A diferencia de otras grandes urbes del mundo, en la Ciudad de México se cometió el error de cubrir a la mayoría de ríos y cuerpos de agua con los que contaba originalmente. Sin embargo, algunos de ellos aún sobreviven en medio de esta selva de asfalto.
Este Vagando con Sopitas.com habla de un canal de agua con el que seguramente muchos se han topado pero al que le hemos solemos verlo con indiferencia, ignorantes de su historia e importancia.
Su nombre es Canal Nacional y se ubica en la zona suroriente de la ciudad. Actualmente tiene una extensión de entre 11 y 12 kilómetros y cruza las delegaciones de Xochimilco, Tláhuac, Coyoacán e Iztapalapa.
Historias del canal
Son varios los recuerdos que tengo del Canal Nacional. El primero de ellos se remonta a mis años en la secundaria, cuando estudiaba en un colegio salesiano que se encuentra en la calle Avena de la colonia Granjas Esmeralda, en la delegación Iztapalapa. Ahí, cuando había alguna diferencia entre los alumnos era común que se desafiaran diciendo “a la salida nos vemos en el canal”. Esa cita era el aviso de que habría un duelo en las orillas de un canal por donde corrían aguas putrefactas y que se encontraba a una calle de distancia de la escuela.
El segundo de ellos tuvo lugar en una gasolinera sobre eje 3 oriente. Mi papá me contó que una madrugada vio que equipos de emergencia sacaban un coche que había caído a las aguas negras que pasaban a escasos metros del lugar.
Mi tercer recuerdo se remonta meses atrás, cuando corriendo por la ciudad sin seguir ningún rumbo fijo, casi por casualidad di con un paraje agradable donde un abundante flujo de agua y la flora y fauna que lo rodeaban me hizo sentir en otra ciudad y no en la colonia Campestre Churubusco.
¿Podía ser que estos recuerdos tan distantes en tiempo y espacio pudieran referirse al mismo canal de agua? No lo descubriría hasta hace poco, que me aventuré a recorrerlo en su totalidad.
Huey Apantli
La historia del Canal Nacional se remonta a la época prehispánica, cuando fue construido el Hey Apantli (Gran Canal, en español) por manos indigenas, convirtiéndose en el camino de agua más importante y grande de la cuenca de México. Nació con el propósito de unir entre sí varios canales o cuerpos de agua, como los lagos de Xochimilco, Chalco o la Laguna de México, permitiendo así el tránsito de personas y productos por esa ruta.
Para la época colonial se le conoció como La Acequia Real y llegó a tener una extensión de más de 20 kilómetros, alcanzando a cruzar lo que hoy les la Plaza de la Constitución para finalizar en la zona aledaña a la Alameda Central.
El inicio, que era el final
Decidí iniciar mi recorrido por el Canal Nacional desde uno de sus extremos: La planta de bombeo Miramontes del Canal Nacional, que se encuentra en la esquina de Avenida Río Churubusco con Cerro Capilla de San Miguel.
Ahí inicia un corredor que va por los lados del canal y que esa tarde entre semana se encontraba tan en silencio que la quietud sólo era roto por el sonido de mis pasos.
A pesar de que no hay paso al canal en estos primeros metros pues una reja lo impide, sí me percaté del aparente deterioro del lugar. Además, dónde se supone que debería correr un caudal de agua no había más que hierba crecida.
Con este panorama, mi plan de explorar todo el Canal Nacional pintaba poco alentador.
Puente de los patos
Seguí la ruta en auto y bajé un poco más adelante, para ser exacto en la calle Unicornio de la colonia Prado Churubusco, que hace esquina con el Canal Nacional.
Fue ahí donde meses atrás pasé corriendo, y para mi sorpresa el ambiente y entorno que recuerdo de aquella ocasión seguía intacto: Muchos vecinos paseando a sus perros, corriendo, paseando o pescando. Sí, pescando sobre un puente.
De hecho, según me enteré poco después, hay quienes se llegan a comer los peces que sacan de este canal, algo que para la mayoría no es saludable pues consideran que a pesar de su apariencia el agua no está tan limpia.
Contrario a lo que me había encontrado un kilómetro atrás, aquí el agua corre abundante y libremente. Incluso hay patos y otras aves que con sus sonidos nos trasladan fuera del entorno urbano. Son varios los metros en donde vegetación y comunidad forman un lugar entrañable. Sin duda es un espacio que todo capitalino debería conocer y disfrutar.
El esplendor de los canales
En la época de la colonia al Gran Canal se le empezó a llamar Acequia Real y llegó a ser muy importante, no sólo por conectar pueblos y villas, sino por ser fue fundamental para que mercados como el de Jamaica y la Merced florecieran y se volvieran un referente del Valle de México. Además era el medio ideal para que las ideas y noticias de la cuenca llegara de un lado al otro.
Tras la Independencia, la Acequia sirvió para regular las aguas de Xochimilco y Chalco, evitando que hubiera inundaciones catastróficas.
A mediados del siglo XIX los medios de transporte que habían en la ciudad funcionaban mediante tracción animal, por eso, la llegada de los barcos de vapor fue visto como un símbolo de notable modernidad. Fue el empresario Mariano Ayllón, quien tuvo la visión de invertir su fortuna para instaurar la primera línea de vapores del país y consiguió la concesión para operar desde el Canal de la Viga hasta Chalco.
Para hacerlo posible fue necesario que algunos tramos del canal fueran dragados para obtener el ancho deseado. También se aumentó la altura de los puentes. Finalmente, el 21 de julio de 1850 se realizó el primer viaje de “La Esperanza”, un barco con 20 caballos de fuerza y una capacidad para 20 pasajeros con el que inició un romance entre la creciente ciudad y sus canales de agua.
Fue el mismo Ayllón quien renombró al Gran Canal como Canal Nacional o Acequia Nacional, probablemente impulsado por la efervescencia que había en el país ante la inminente redacción de la Constitución de 1857.
Mas recuerdos del canal
Decidí que la tercer parada de mi recorrido por la línea que traza el Canal Nacional fuera la intersección de avenida Canal Nacional con Ganaderos, en la colonia Granjas Esmeralda, justo en el sitio en donde mis compañeros de secundaria solían ir cuando dos o más de ellos decidían arreglar sus diferencias a golpes.
Aquí el agua comienza a verse rebasada por el lirio acuático, sin embargo, los colores y la atmósfera de este espacio lo hacen muy especial, algo que en mis tiempos de estudiante no era capaz de percibir.
Tras unos minutos seguí mi camino y un par de kilómetros adelante volví a detener el auto. Ahora estaba en la unión del Canal Nacional con Eje 3 Oriente, justo en la gasolinera donde mi papá cargó combustible una noche y vio que personal de emergencias trabajaba para sacar un auto del agua.
Me acerqué al canal y me topé con un paisaje poco alentador: en lugar de un cauce de agua había una especie de flujo espeso de hierbas y lirio.
El olor tampoco es el mejor, de hecho por momentos percibo el tufo característico de los animales en descomposición. ¿Qué tantos secretos se esconderán debajo de esa capa espesa de hierbas y basura? Según leí, en esas aguas pantanosas han encontrado todo tipo de cosas, incluso restos humanos.
La ciudad que enterró su belleza
Hacia finales del siglo XIX, la llegada de los ferrocarriles y locomotoras le permitió a los habitantes de la ciudad transportarse más rápida y eficientemente, ocasionando que los barcos de vapor fueron perdiendo popularidad y los canales que atravesaban la Ciudad de México empezaran a caer en desuso.
El gobierno optó por entubar los ríos y lagos como una solución “fácil” a los problemas de inundaciones, y a la falta de un sistema de drenaje y desagüe para las aguas negras . Unas décadas bastaron para que la fisonomía de la capital cambiara y el asfalto y los autos sustituyeran a los canales y sus embarcaciones.
El mismo canal de La Viga poco a poco fue sucumbiendo y el antes imponente Canal Nacional se vio reducido a la mitad de su extensión, volviéndose un contenedor de aguas negras.
Para 1993 el gobierno de la ciudad prometió un rescate ecológico del cause que nunca se concretó. Por casi 7 años, además de contener agua residual tratada, ese canal se convirtió en un basurero a cielo abierto.
Puente La Estrella Culhuacán
En el área conocida como Zona Urbana Ejidal Estrella Culhuacán, ubicada entre Avenida Tláhuac y Avenida Canal Nacional, se encuentra la calle Relaciones Exteriores. Ahí me encontré con varios gimnasios y áreas de juegos al aire libre, que aún y con la evidente falta de mantenimiento siguen siendo usados por la población.
Me paré en medio del puente La Estrella Culhuacán, una agradable estructura que desentona con el canal casi seco e invadido por hierbas y basura. Cuesta creer que kilómetros atrás había patos, peces y agua abundante.
¿Por qué el ecosistema cambia tanto? ¿Depende de cada delegación? ¿de los vecinos? ¿es un capricho de la naturaleza?
Los esfuerzos por rescatar el canal
Aún y con la constante amenaza de que lo vuelvan una vialidad, el Canal Nacional ha logrado renacer en algunos de sus tramos gracias a la unión de los vecinos, al impulso de asociaciones como el Club de Patos, y a instituciones como la UAM Xochimilco. Se realizaron labores de limpieza y conservación, se introdujeron especies como gansos y patos, y con el apoyo del Gobierno del Distrito Federal se canalizó agua tratada para sanear el cauce.
Gracias a estas acciones, el Canal Nacional sigue siendo uno de los corredores verdes más importantes de la capital, prueba de ello es la declaración de Patrimonio Urbanístico de la Ciudad de México, otorgada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en el 2012.
Aún hoy la idea sigue siendo limpiar por completo el Canal Nacional, restaurar su flora y fauna, y devolverle su valor recreativo, cultural, histórico y turístico. Sin embargo, la labor es titánica y aún falta mucho para lograr una recuperación al 100%.
Otro tramo esperanzador
Me encontraba en el tramo final de mi ruta, con la calle Cerro Nacional y Purísima de un lado, y el Polideportivo Francisco J. Mujica del otro. La decepción por los paisajes de suciedad y sequía que recién había recorrido quedaron atrás para darle paso a un escenario esperanzador.
Al igual que en Prado Churubusco, los tramos de las colonias Santa María Tomatlán y Culhuacán CTM, también se encuentran llenos de vida, con un flujo constante de agua donde nuevamente hay patos. En los andadores los vecinos hacen deporte, caminan o simplemente pasan el rato en las bancas.
¿Y si en la Ciudad de México se hubiera optado por conservar los ríos y lagos, en lugar de sepultarlos bajo el concreto? ¿Y si realmente el Gobierno de la Ciudad se decidiera a recuperar el Canal Nacional en su totalidad?
En menos de 12 kilómetros fui testigo tanto de la agonía como del renacer de este tesoro poco valorado de la ciudad.
El final, que es el inicio
Mi última parada en realidad es el inicio. Muy cerca del Deportivo Cuemanco se encuentra la Cienaga Grande, un territorio pantanoso y solitario donde realmente inicia el Canal Nacional. Sus aguas vienen del límite de Xochimilco y Tlalpan, cerca de Anillo Periférico.
Ahí el agua nuevamente se enturbia y por momentos el lirio acuático vuelve a estar presente en una cantidad importante. El canto de las aves aísla al resto de los sonidos urbanos y por momentos parece que estoy en el campo. Si un paisaje así es capaz de envolverme en esa tranquilidad entonces aún es posible recuperar la grandeza del Canal Nacional.