Un espacio escultórico único en el mundo estuvo dormido por décadas en el sur de la Ciudad de México; afortunadamente, un grupo de ciudadanos se han esmerado en lograr que este legado resurja de su abandono y han emprendido un importante proyecto de conservación cultural y ecológica. Esta es la historia…

1. El día que todo comenzó

En octubre de 1963, en la ciudad de Baden-Baden, en Alemania Occidental, se llevó a cabo la 60a. Sesión del Comité Olímpico Internacional, donde se elegiría la sede de los Juegos Olímpicos de 1968. Las ciudades que competían por albergar esta justa deportiva eran Buenos Aires (Argentina), Lyon (Francia), Detroit (Estados Unidos) y la Ciudad de México (México).

Finalmente, el 18 de octubre alrededor de las 7 de la noche (hora local), tras la elección por parte de los miembros del Comité Olímpico Internacional, se anunció que la Ciudad de México albergaría los XIX Juegos Olímpicos de la era moderna.

La noticia se difundió como pólvora a lo largo del territorio nacional, provocando que en la Ciudad de México los capitalinos estallaran en alegría. Así comenzaba la cuenta regresiva hacia este evento que además del aspecto deportivo, traería consigo una revolución sin precedente en el ámbito cultural.

2. Los gigantes que siempre estuvieron ahí

La ciudad está llena de tesoros invisibles; monumentos, construcciones y sitios históricos que todo el tiempo vemos, y que por eso mismo nos parecen cotidianos.

Durante mi infancia varias veces recorrí Periférico Sur, importante artería de la ciudad, cuando acompañaba a mis papás al Hospital Central Sur de Petróleos Mexicanos, ubicado en la zona de Picacho. En esos trayectos en auto ocasionalmente me topaba con varias esculturas de tamaño descomunal y formas extrañas, que llamaban poderosamente mi atención, pero que el resto de los conductores y transeúntes pasaban de largo sin que les generaran el menor asombro.

En uno de esos trayectos vi que una de las esculturas decía “Presencia de Uruguay en la Olimpiada de México 1968”. Fui enterándome que aquellas estructuras tenían una relación con los Juegos Olímpicos que en 1968 tuvieron lugar en nuestro país; desde entonces quedé enamorado de ellas.

Al paso de los años he ido investigando más y más sobre el legado que culturalmente dejó este evento, el cual marcó un antes y un después en disciplinas como el Diseño Gráfico o la Arquitectura. Con ese evento México mostró al mundo una identidad llena de color, vida y movimiento, con la que sorprendió y cautivó al mundo.

¿Si fue tan importante esta identidad cultural que nuestra urbe proyectó en 1968, por qué años después este legado quedó en el olvido? Aún así, esas esculturas abandonadas, maltratadas y pintarrajeadas permanecieron en pie ante la invisibilidad forzada a la que fueron relegadas.

3. La olimpiada cultural

México 68 fue mucho más que una justa deportiva. Tras la elección de la Ciudad de México como sede olímpica, fue creado el Departamento de Actividades Artísticas y Culturales, quienes elaboraron el proyecto para realizar un Programa Cultural que tendría varios eventos a lo largo del año olímpico.

Si los Juegos Olímpicos abarcaron del 12 al 27 de octubre de 1968, la llamada “Olimpiada Cultural” arrancó desde el 19 de enero de 1968 con la presentación del Ballet de los Cinco Continentes en el Palacio de Bellas Artes.

Con la participación de 97 países en distintas actividades, México 68 se convirtió en la primera justa que celebró una Olimpiada Cultural, evento alterno a las competencias deportivas que incluía 20 actividades culturales, artísticas y hasta científicas.

Así surgió el proyecto de la Ruta de la Amistad, un corredor escultórico ideado por el escultor mexicano de origen alemán Mathias Goeritz, conformada por 17 kilómetros con 19 esculturas elaboradas por artistas de los cinco continentes y separadas entre sí por distancias de kilometro y medio (más otras tres ubicadas en el Estadio Azteca, el Estadio Olímpico Universitario y el Palacio de los Deportes).

Así, el arte moderno salió a las calles y permitió a los capitalinos y visitantes vivir la experiencia de recorrer esta ruta arquitectónica, considerada la más grande del mundo.

4. Reencuentro con el pasado

Fue una tarde de verano cuando me reuní con Luis Javier de la Torre González, presidente y fundador del Patronato Ruta de la Amistad A.C. Quedamos de vernos afuera de una tienda en el Centro Comercial Perisur. Desde que crucé las primeras palabras con él me pareció un tipo sensacional. De carácter relajado, amable y sobre todo entusiasta, lo primero que noté en su tono de voz fue una gran pasión por la labor que desde hace años realiza junto a otros ciudadanos, preocupados por el rescate y difusión de la Ruta de la Amistad.

Mientras charlábamos sobre el proyecto, Luis me llevó hasta el que ahora conforma el Trébol 1 de la renovada Ruta de la Amistad, que se encuentra en el cruce de Periférico con avenida Insurgentes.

Gracias a los puentes peatonales, ir de una escultura a otra es de lo más sencillo. Así llegamos al pie de Hombre de Paz, una hermosa estructura diseñada por el artista italiano Constantino Nivola. A pesar de que esta área de momento está cercada, Luis me permitió ingresar. Fue ahí dónde verdaderamente me cayó el veinte sobre la importancia de su labor.

5. El nacimiento del Patronato

Al finalizar los juegos de México 68, varias instalaciones olímpicas fueron cayendo en desuso. Si bien construcciones como el Palacio de los Deportes, la Alberca Olímpica o el velódromo se mantuvieron funcionando, otras obras referentes al evento fueron cayendo en el abandono. Las esculturas de la Ruta de la Amistad no fueron la excepción.

La falta de mantenimiento hizo que poco a poco se quedaran sin colorido. Por otro lado, la poca educación y desconocimiento de su importancia artística hizo que fueran maltratadas y pintarrajeadas. Veinte años después de su gloriosa incursión en la morfología de la ciudad, las 22 obras de artistas como Germán Cueto (México), Willi Gutmann (Suiza), Kiyoshi Takahashi (Japón), Grzegorz Kowalski (Polonia) o Todd Wiliams (EU), por citar algunos, fueron extraviándose entre nuevas construcciones, avenidas y el implacable paso del tiempo.

Una muestra clara del poco aprecio y memoria cultural que tenemos, es la escultura conocida como Sol Rojo, que se encuentra afuera del Estadio Azteca. Todos la hemos visto y sin embargo, pocos saben que es una de las máximas creaciones del estadounidense Alexander Calder, uno de los escultores más innovadores del siglo XX.

Por eso duele verla rodeada de puestos ambulantes, pintarrajeada y a veces hasta orinada. Al notar que la mayoría de las esculturas se encontraban en iguales o peores condiciones, Luis Javier Torres y Javier Ramírez Campuzano decidieron no quedarse con las manos cruzadas y en 1994 comenzó su búsqueda por restaurar, conservar y difundir el legado de la Olimpiada Cultural.

Para lograrlo visitaron instituciones públicas y privadas; acudieron a las Embajadas de los países cuyos artistas habían contribuido con una escultura; y por medio del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes crearon un fideicomiso para recibir las donaciones de acciones tanto en especie como en recursos, destinados a la causa.

Desde entonces, el Patronato ha logrado restaurar 20 obras, aunque aún tiene 2 pendientes por rescatar. El proyecto no sólo contempla el mantenimiento de las esculturas y su reubicación (muchas de ellas debieron ser cambiadas de lugar a raíz de la construcción del segundo piso del Periférico), sino también:

  • Acciones ecológicas para rescatar y restaurar la fauna y flora natural del Pedregal
  • El uso constante de estos espacios en actividades artísticas multidisciplinarias
  • La conservación de películas, publicidad o del Festival Mundial de Pintura Infantil México ’68, que forman parte del acervo cultural de estos Juegos Olímpicos.

6. Recreando el Pedregal

Luis Javier parecía ansioso por mostrarme el estado en el que se encuentra el espacio que ahora ocupa Hombre de Paz, ubicada justamente en la esquina que forma Anillo Periférico con la incorporación a Insurgentes dirección Norte.

Recorrimos un pasillo elevado que nos llevó hasta la escultura, que después de haber sido restaurada luce imponente y llena de vida. Luis me explica que todas las piezas escultóricas han sido remodeladas de tal forma que vuelvan a lucir cómo se veían en 1968. El entorno a mi alrededor, y sobre el cual nos ubicábamos, lucía igual o aún más impresionante que la obra de Constantino Nivola: Un ecosistema conformado por rocas volcánicas y un tipo de flora bastante peculiar.

Originalmente la zona del Pedregal estaba conformada por las piedras volcánicas que se formaron tras la erupción del volcán Xitle hace 2 mil años. Desgraciadamente, en las últimas décadas el crecimiento urbano trajo como consecuencia que gran parte del entorno natural que tenía el Pedregal hoy esté al borde de la extinción.

Por eso, uno de los proyectos primordiales en la preservación de la Ruta de la Amistad, es intentar recrear el Pedregal como era originalmente. Para ello, alrededor de las esculturas que han sido ubicadas en el Trébol de Viaducto y Periférico Sur se piensa igualar el entorno natural y urbano que imperaba en el México de la década de los sesenta.

En ese sentido, es justamente el espacio de la Escultura Hombre de Paz el que más avanzado se encuentra, y puede servirnos como parámetro para darnos una idea de lo que podremos ver en un futuro.

Junto con Luis bajé a recorrer el entorno. Orgulloso me mostraba como las rocas volcánicas y las plantas paulatinamente iban habituándose a su nuevo espacio y formaban un nuevo ecosistema donde la flora de hace décadas nuevamente surge y recupera el espacio que la civilización les quitó.

Estar ahí es como meterse en una pequeña cápsula aislada del resto de la ciudad. Y no sólo eso, la restauración también se da en un plano citadino con la creación de un Museo de Arquitectura Urbana, que consiste en devolverle a las coladeras, lamparas luminarias, barandales y banquetas, el trazado que originalmente tenían.

Lo mismo se hace con el subsuelo urbano. Luis de la Torre me enseño uno de los ductos de agua potable y las galerías de bombas, que según me dijo, hace un sonido impresionante alrededor de las cinco de la mañana, cuando el agua que abastece la zona comienza a recorrerlos.

Sin duda, es una labor titánica de la que muy pocos están enterados, pero cuyos resultados ya pueden verse. Estar ahí y no apasionarse con la transformación de la Ruta de la Amistad es prácticamente imposible.

Luis Javier de la Torre, posando orgulloso junto a a su entorno.

7. Los dos tréboles

En este nuevo proyecto la Ruta de la Amistad estará dividida en dos tréboles, como mencionamos anteriormente, el primero estará ubicado en el cruce de Insurgentes y Periférico Sur.

En este primer trébol están las siguientes esculturas:

  • Sol. Kiyoshi Takahashi (Japón).

  • México. Josep Ma. Subirachs (España).

  • Janus. Clemente Meadmore (Australia).

El Trébol 2 estará en Periférico y Viaducto Tlalpan. Aquí la intención es crear Bosques Comestibles, un espacio en el que junto a las esculturas, cohabitarán de forma estética especies como manzanos, aguacates, pepinos, hierbas medicinales, olivos, jitomates y lechugas.

Este segundo trébol tendrá a las esculturas:

(La mayoría de las esculturas de este trebol aún se encuentran en labores de restauración y aún no han sido trasladadas).

Fuera de estos tréboles, también podemos encontrar más esculturas en otras zonas de Periférico y la ciudad, como…

  • El Sol Bípedo, de Pierre Székely (Hungría-Francia), que se encuentra en Periférico Sur (dirección sur) y Boulevard de la Luz.

  • Disco solar, Jacques Moeschal (Bélgica). Está en la zona arqueológica de Cuicuilco, en Insurgentes Sur y su cruce con Periférico.

  • Estación 9. Todd Williams (Estados Unidos). Puedes apreciarla en la pista atlética de entrenamiento de Villa Olímpica.

  • Estación 18. Jorge Dubón (México). Actualmente se encuentra en proceso de restauración, su ubicación es la pista de canotaje en Cuemanco.

  • Sol Rojo, de Alexander Calder (EU), en la explanada principal del Estadio Azteca, sobre calzada de Tlalpan.

  • Hombre corriendo. Germán Cueto (México), que está en Insurgentes Sur, frente al Estadio Olímpico Universitario.

  • Osa Mayor, de Mathias Goeritz (México), que a causa de la construcción de bodegas de exposición en el Palacio de los Deportes permanece aislada y es poco vista.

8. El renacimiento del corredor escultórico más grande del mundo

“Ninguna ciudad del mundo cuenta con una ruta escultórica tan importante como ésta” me comenta Luis Javier de la Torre González, quien a estas alturas me ha convencido de que la Ruta de la Amistad es parte importante de la historia de la capital mexicana, y que por lo tanto, cualquier esfuerzo por volverla a la vida es más que loable. De hecho, desde hace varios meses se organizan varias actividades artísticas y culturales en estos espacios.

Aún faltan varios años para que este proyecto finalmente concluya, e incluso, hay planes muy interesantes para el futuro. Por lo pronto, aquellos que estén interesados en seguir las actividades del Patronato de la Ruta de la Amistad, pueden hacerlo siguiendo sus cuentas de Twitter y Facebook.

Caía la noche cuando me despedí de Luis Javier con la promesa de seguir trabajando juntos en el futuro, para buscar que la población conozca más este gran legado artístico al que dejamos de lado por décadas. De hecho, esa misma es la idea de la sección Vagando con Sopitas.com: Rescatar del olvido las muchas maravillas que guarda la Ciudad de México, una de las metrópolis más fascinantes del mundo.

Para más información sobre la Ruta de la Amistad, ingresa a México68.org.

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Por Gabriel Revelo

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