“Incapaz de percibir tu forma, te encuentro siempre a mi alrededor. Tu presencia llena mis ojos con tu amor, hace más humilde mi corazón. Estás en todas partes”.
Si alguien ha hecho posible que la imaginación tenga forma, es Guillermo del Toro. Películas como El espinazo del diablo (2001) o El laberinto del fauno (2006), sin mencionar todo el arsenal cinematográfico de fantasía que trae detrás, son la prueba de que no sólo es un gran cineasta, sino que tiene muchas historias que contar y que la mayoría valen la pena ver, escuchar y sentir.
Su último proyecto, uno de los filmes más comentados desde el año pasado, The Shape of Water, es la última evidencia de esto, sólo que esta vez, sin dejar de lado los monstruos (más humanos que sobrenaturales), del Toro le da oportunidad al amor puro y verdadero que no tiene palabras. Y si decimos que no hay palabras es porque, literal, el personaje principal interpretado por una brillante Sally Hawkins, es mudo (y esta cualidad, ante los ojos de muchos, la podría convertir en una especie de monstruo).
The Shape of Water está ubicada en 1963 y retrata las dos caras de la Guerra Fría y la famosa carrera espacial. Es decir, los mitos ridículos con y en contra de los rusos y el retrato de la sociedad americana. Para esta historia, los protagonistas, junto a estos dos elementos son: Elisa Esposito, una mujer de limpieza incapaz de hablar que trabaja en un centro de investigación del gobierno, conoce en un laboratorio a una criatura amazónica marina (Doug Jones) que logra comunicarse con ella a través de señas y música.
Lo primero que se viene a la menta es uno de los clásicos de terror de 1954, Creature from the Black Lagoon. Incluso, la criatura se parece. Pero nada de eso. The Shape of Water es más mágica y terrorífica porque sabe mezclar el miedo que no tiene nada que ver con la fantasía (el actor Michael Shannon lo interpreta como el agente de seguridad Richard Strickland); la gracia de del Toro y Vanessa Taylor (guionista) en todos los comentarios inteligentes y originales; la magia acompañada de una gran fotografía y efectos visuales; y por último, el amor y el agua (un sinónimo del pensamiento para del Toro) que es capaz de adquirir la forma que quieras.
En un principio, la historia resulta extraña para cualquiera. Finalmente, una mujer se enamora de algo más parecido a un animal que a un humano; sin embargo, aquí está el secreto de la película: el amor, bajo cualquier circunstancia, es válido. Y no necesariamente el amor de pareja, sino el que es más puro y va más allá como en una amistad, reflejada en la película en los papeles de Octavia Spencer, Richard Jenkins y, de alguna manera, Michael Stuhlbarg.
Sería difícil asegurar que The Shape of Water es el mejor trabajo de Guillermo del Toro (arriba mencionamos dos cintas que han pasado a la historia); sin embargo, lo que sí se puede decir, y muchos estarán de acuerdo, es que esta película es una de las razones por las cuáles todos estamos enamorados del cine, un arte que tiene como objetivo llevarte por todas las emociones humanas a través de historias desconocidas, imposibles y al mismo tiempo muy reales.
Guillermo del Toro junto a Taylor, la música del francés Alexandre Desplat, las actuaciones de todos y cada uno de los que salen, el espacio y el silencio (otros protagonistas), nos recuerdan que el amor está en todas partes.