Un 26 de julio pero de 1928, nacía en el hospital Lying en el número 307 de la Segunda Avenida de Manhathan, Nueva York, el hombre que se convertiría en uno de los directores más suigéneris y talentosos del Siglo XX, Stanley Kubrick.

¿Qué podemos decir de este hombre que no se haya dicho antes? Visionario, obsesivo, implacable, inmisericorde, grandioso y como todo gran genio, un cretino con la gente que trabajo con él y para él.

Sin embargo, al final del día todos han reconocido que su arte lo valía… claro, después de amanecer con varias canas verdes. Es por eso y por la peculiar forma de ver la cinematografía, que a muchos les extraña la gran amistad que tuvo con Steven Spielberg, director de mismo renombre que él, sólo que enfocado en el cine comercial.

No podría haber dos personas tan distintas detrás de una cámara, y mientras que a nadie le sorprende el respeto del Sr. Spielberg por Kubrick, el director de joyas como The Shining, A Clockwork Orange y 2001: Space Oddessey, veía en el creador de E.T., Jurassick Park y Jaws, a uno de los mejores creativos de Hollywood.

Tanto así que Kubrick personalmente lo llamó para ayudarlo con su último gran proyecto en 1993, pero debido a su compromiso con Jurassic Park, el proyecto tuvo que ser retrasado.

Este proyecto de Kubrick jamás despegó, a pesar que durante años lo intentó hacer pero que por una u otra razón no se logró. (Problemas con el guión, los efectos CGI aún no estaban a la altura, etc.).

Basándose en la novela corta de Brian Aldiss, SuperToys: Last All Summer Long, y el clásico cuento infantil de Carlo Collodi, Pinocho, Kubrick quería hacer una película más al estilo de su amigo Steven, haciendo a un lado ese sentimiento de pesimismo y cinismo característico de sus obras.

Lamentablemente, Kubrick jamás llegaría a ver la producción de esta película, ya que falleció a la mitad de su última gran obra, Eyes Wide Shut.

Tras su muerte, Christiane Kubrick, esposa del director, contactó a Steven Spielberg para pedirle dirigir la última película de su esposo. Una versión moderna del mito de Pinocho, llevada a un mundo de ciencia ficción donde los robots y los humanos conviven.

Tomando el guión original de Ian Watson, quien fue el segundo hombre en traspasar en papel las ideas de Kubrick en 1990, Spielberg lo rescribió, quitando sólo las escenas sexuales del personaje de Gigolo Joe, robot sexual que ayuda a David a encontrar al hada azul.

En principio, Kubrick quería que el personaje de David, robot más avanzado del mercado y cuya función sirve como la del reemplazo de un hijo, fuera creado a computadora, pero Spielberg decidió contratar a un niño para el papel.

Haley Joel Osment fue el encargado de protagonizar la película, sorprendiendo al mundo con su poderosa interpretación en El Sexto Sentido. A él se le unirían nombres como Jude Law, Frances O’Connor, William Hurt, Sam Robards, Brendan Gleeson, entre otros.

Iniciando la filmación en el año 2000, el 29 de junio de 2001, A.I. Artifical Intelligence llegó a las salas de cine:

En varios aspectos, la película realmente parecía haber sido dirigida por el mismo Kubrick, gracias a los homenajes que la inundan:

La película sería recibida con brazos abiertos y los críticos aplaudirían la mano de Spielberg y reconocerían que realmente entendía el estilo de Kubrick. Sin embargo, hubo un elemento que para ellos la hacía trizas.

Entre las críticas más duras sobre A.I., se encuentran el choque de ambos estilos. Mientras que Kubrick era oscuro y sobrio, Spileberg nos muestra un mundo colorido y lleno de encanto.

Esto hizo que para gran parte de la crítica, la película fuera muy tediosa, algo raro en un filme de Spielberg, además de que los estilos de ambos directores no se mezclaban bien.

Pero el peor de los pecados de Spielberg, fue el final…

Para muchos, la película debía de haber terminado con David viendo la estatua de el Hada Azul, dejándonos con una pintura pesimista de una criatura creada para amar de manera incondicional a una sola persona.

Pero no, la película continúa con la llegada de unos robots muy avanzados –sí, esas cosas se supone que son robots y no alienígenas– que lo encuentran después de miles de años, brindándole un último día con la memoria de su madre adoptiva.

Meloso, cursi y completamente fuera de tono con el resto de la película, el odio que los críticos volcaron hacia Spielberg era más que… ¡INJUSTIFICADO!

En varias entrevistas, el director de La Lista de Schindler ha dejado claro que ese era el final que Kubrick había escrito. De hecho, una de las razones por las cuales el proyecto se tardó tanto en hacerse, fue por que Stanley no podía hacer funcionar el final.

Para Spielberg, la película debía de acabar en el momento en que David encuentra al Hada Azul, pero al final del día el deseo de Kubrick era otro, y por lo mismo debía de respetarlo.

De hecho, las partes más serias y oscuras de la película fueron idea de Spielberg, mientras que Kubrick hizo las partes más melosas de A.I.

¿En serio? Como lo dijimos en un principio, Kubrick quería hacer un cuento de hadas moderno, una historia que pudiera ser disfrutada por la familia (menos las escenas de sexo del guión original).

Para todos los involucrados en la producción, llevar a cabo la visión de Kubrick al 100% fue una tarea difícil, ya que esta se diferencia mucho de toda la filmografía del director.

Ya han pasado 16 años desde su estreno, y tanto el público como la crítica han revaluado su opinión de A.I., encontrando que en efecto, Spielberg nos trajo la última gran visión de Kubrick.

Al final del día, Steven conocía mejor a Kubrick que cualquier crítico de cine, puesto que ambos eran grandes amigos.

Sin lugar a dudas, A.I. Artificial Intelligence es una de las películas más peculiares del nuevo milenio, no sólo por presentarnos una nueva perspectiva del legendario Stanley Kubrick, sino por ser arriesgada, violenta, innovadora en sus efectos especiales y hacernos el corazón de pollo por la trágica historia de un robot que solamente quería ser amado.

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