La relación entre los fanáticos de Star Wars con las nuevas películas de la saga, ha sido complicada. Y no nos referimos que este romance apache en el que el odio la mayoría de las veces triunfa sobre el amor, venga desde la “tercera” etapa de las producciones de la franquicia. No, viene desde antes, desde la segunda cuando George Lucas todavía comandaba en su totalidad los aspectos de las películas.
Cuando a finales de 1999 Lucas decidió regresar a la gloria de la ciencia ficción más pura con la salida de Star Wars: Episode I, las cosas no salieron tan bien como se tenía planeado y la historia se pintó igual con el Episodio II y el III. Diálogos planos, mucho tiempo de espera, la confusión de algunos por la presentación de los tiempos y actores que no llenaron el papel –sí, y con eso nos vamos directamente al personaje central de Anakin Skywalker llevado por Hayden Christensen.
En la taquilla, cualquier cosa relacionada con la franquicia, va a ser bien recibida por diversas razones que incluyen un fanatismo desmedido por una historia digna de la imaginación del hombre. En segundo lugar, también está el pasado de los personajes y las respuestas más obvias de su lugar de procedencia o el porqué de estar ahí y de esa forma. En tercer lugar y sí, el menos importante, se relaciona con el morbo de ver qué tal les va a ir o ahora qué pueden sacar.
Sin duda, con la última cinta de la saga que se estrenó a finales de 2017, The Last Jedi, la tercera triunfó por encima de las dos y las cosas salieron bastante mal. No a nivel taquilla, no a nivel crítica especializada, sino en la relación ya fracturada de los fanáticos con la historia. Pocas personas estaban dispuestas a comprender que una película, aunque sea totalmente ficticia, debe representar de alguna manera los cambios de la sociedad, así como la evolución natural de un personaje, así como la salida de otros. ¿O acaso es lo mismo?
Ahora bien. Con base en el pasado de la saga y las cuestiones que giraron en torno a The Last Jedi, en las que incluso se pidió a Disney que borraran toda evidencia de la cinta y la volvieran a hacer, la compañía de Lucasfilm decidió aventarse con el spin-off de Han Solo, personaje presentado por primera vez en 1977 a través de un Harrison Ford desconocido. Este papel, como sabemos, le dio paso para que diera vida a un par de personajes más que se convertirían, junto a Han Solo, en iconos de la cultura popular: Indiana Jones y Rick Deckard en Blade Runner.
Con una reaparición en El despertar de la fuerza en 2015 después de casi 38 años de haberse mantenido en el imaginario del cine de ciencia ficción y los fanáticos de la historia, Han Solo se convirtió en una personaje querido que, al parecer, merecía su propia película… y henos aquí con el estreno mundial de Solo: A Star Wars Story donde nos llevan a los primeros pasos del personaje en el que descubrimos de dónde sale el Solo y de dónde sale la persona capaz de responder con un simple “I know” a una declaración de amor cerca de la muerte.
Esta película, protagonizada por un carismático y bobo Alden Ehrenreich, retoma las características más evidentes del Han Solo de Ford, para trasladarlas a un mundo previo al Star Wars que conocemos. Oriundo de un lugar llamado Corellia donde la gente vive esclavizada por el sistema o escapa, no hay de otra, nos presentan la evolución de un bandido espacial a un hombre que toma decisiones que van más allá de su comprensión.
Quizá para muchos la historia no diga nada y parezca exagerado que en una sola entrega, Solo conozca a su entrañable Chewbacca, maneje el Halcón Milenario y atraviese los peores lugares del universo. Entonces, si después de verla consideras que esta cinta es innecesaria y las próximas dos producciones serán una pérdida de tiempo segura, entonces no vieron Solo: A Star Wars Story como una cinta que le hace justicia a un personaje, no a la saga completa.
Han Solo es un caudillo más de una planilla enorme de personajes que, en algunas ocasiones, parecieran tener mucho más relevancia y poder de cambiar el rumbo de la historia. Esa será siempre la realidad de un personaje secundario. Pero, ¿qué más da cuando los grandes no llegan o se quedan en el imaginario de las personas? Han Solo es simple: es la representación de un mercenario que parece no preocupar nada pero que, al final, lucha por el bien. Ni más, ni menos, y eso es lo que vemos en Solo.
Como mencionamos, esta nueva cinta, a pesar de la mención del Imperio Galáctico y la aparición de un personaje conocido por unos segundos, se mantiene totalmente alejada de la franquicia de Star Wars. Nada de jedis, ni profecías, ni sables como los recordamos… sólo un personaje divertido –como lo definió el guionista de la cinta, Lawrence Kasdan– “del que nunca sabes qué hará”.
Solo: A Star Wars Story es una película que funciona dentro del universo de Star Wars, la misma galaxia muy, muy lejana, pero sin el enorme peso de una historia tan compleja y la idea, simple como su protagonista, de presentar en pasado de un mercenario que nos gusta.