Les podemos adelantar, desde ahorita, que ya se estrenó la serie más destacada de 2021. Se trata de El ferrocarril subterráneo (The Underground Railroad), una adaptación de la novela de Colton Whitehead que cayó en manos de Barry Jenkins (original de Amazon Prime Video).
Como sabemos, Jenkins es uno de los directores más destacados de los últimos años. No sólo por su triunfo en los Oscar con Moonlight o el éxito de críticas de If Beale Street Could Talk, sino porque por primera vez presentó un retrato realista de la experiencia afroamericana. En otras palabras, lo que el mismo Jenkins ha llamado el “black gaze” para recuperar la verdadera historia de sus ancestros.
Y esa historia está en los siglos de esclavitud tras la llegada de africanos (secuestrados) a las costas del territorio de Estados Unidos. Sí, no sería la primera ni la última vez que la esclavitud es el tema central de alguna producción… pero sí es una primera vez para hablar con brutalidad, crueldad, amor y belleza sobre el pasado.
En el episodio 3 titulado “Carolina del Norte” de El ferrocarril subterráneo, Cora (nuestra protagonista) viene escondida en una carreta. El conductor le pide que se levante y vea el sendero que han de recorrer. “Necesito que veas esto“, le dice. A continuación, un camino lleno de cuerpos colgados de negros y negras, pues están prohibidos incluso los esclavos con el objetivo de crear un estado puro.
Nosotros les decimos lo mismo: necesitan ver esta serie y acá les explicamos un poco más:
¿Existió el ferrocarril subterráneo?
De 1810 a 1850, aproximadamente 100 mil afrodescendientes escaparon de la esclavitud gracias al “ferrocarril subterráneo”, una red conformada por gente blanca (abolicionistas) y afordescendientes y que ayudaban a los esclavos de los estados del sur a llegar al norte del país o Canadá.
Los afroamericanos que construyeron esta red nacieron libres, pero la mayoría eran esclavos que habían logrado escapar, comprar su libertad o descendientes de los mismos.
Esta red, la cual se cree surgió a finales del siglo 18, tomó su nombre del naciente sistema ferroviario. Las casas, iglesias, escuelas o negocios que escondían a los esclavos se llamaba estaciones mientras las rutas secretas se conocían como vías. Las personas encargadas de recibirl@s eran jefes de estación y los que trazaban las rutas, eran conocidos como conductores o maquinistas.
Harriet Tubman, símbolo de la lucha por la libertad de los esclavos, logró escapar gracias al ferrocarril subterráneo, convirtiéndose en conductora para ayudar a algunos miembros de su familia y varios esclavos de Maryland.
Las primeras menciones del ferrocarril se registraron en la década de los 30 del siglo 19. Un esclavo llamado Jim, el cual fue capturado mientras huía, confesó bajo tortura que pretendía ir a Boston con ayuda del ferrocarril subterráneo.
Llegar a los estados del norte como Nueva York no era garantía de que estuvieran segur@s, por lo que lo ideal era llegar a Canadá donde la extradición era complicada, además de que las autoridades les ofrecían todas las libertades de empleo y vivienda.
Es una adaptación
El ferrocarril subterráneo es el protagonista de la novela del mismo nombre escrita por Colson Whitehead y publicada en 2017. La obra le dio a Colson su primer Pulitzer y el National Book Award. En la novela, la metáfora se convierte en un ferrocarril que opera en la clandestinidad para ayudar a los esclavos del sur a conseguir su libertad.
La historia sigue tres generaciones de esclavas. Ajarry, una mujer raptada en África Occidental que llega a una plantación en Georgia. Su hija Mabel, quien logra escapar con ayuda del ferrocarril a costa del abandono de su hija llamada Cora, quien se convierte en la protagonista de un viaje largo, brutal y desesperante… pero esperanzador.
La historia de Cora es el corazón de la adaptación que Barry Jenkins hizo de esta novela. El director de Moonlight, la película más barata que se ha llevado el máximo galardón de la Academia, agarró una obra imposible y la convirtió en una producción de proporciones épicas no sólo en aspectos como el diseño de producción o vestuario, las actuaciones, dirección y la fotografía, sino la historia en sí misma.
Cuando se anunció que el proyecto de Jenkins sería sobre esclavitud, usuarios de redes sociales reaccionaron de manera negativa apuntando a que ya se habían visto muchas películas o series sobre el tema y no era necesario “seguir viendo el sufrimiento de los afrodescendientes”.
Jenkins canceló el proyecto para luego lanzar una encuesta (en la que sólo participarían afroamericanos) en la que preguntaba si realmente era necesaria una adaptación de El ferrocarril subterráneo. Para su sorpresa, 90 por ciento dijo que sí mientras respetaran la brutalidad y la belleza de la obra.
¿El resultado? Una serie de 10 episodios –algunos de una hora, otros de 20 minutos– que nos muestran con lujo de detalle las atrocidades cometidas contra los y las esclavas en estados como Georgia, Carolina del Norte, Indiana; pero también la construcción de una comunidad fundada en la humanidad, la resistencia y el amor.
La historia
Cora es la hija de una mujer que logró escapar de una plantación de algodón en Georgia. El fantasma de su madre la convierte, para ojos de muchos, en un monstruo de mala suerte, y Cora acepta su destino limitándose a ver cómo sus amos tienen una tendencia a la violencia.
El primer episodio –a manera de advertencia– es tan cruel, que puede hacernos dudar de seguir viendo la serie: el linchamiento de un esclavo fugitivo que es castigado a la vista de los demás mientras su amo da un festín y baila.
Pero han de saber que este primer capítulo no sienta la base de lo que veremos en los próximos nueve capítulos, sino nos muestra que detrás del recorrido de Cora, triste y abrumador, sucedían cosas como esas o peores. Y eso no se nos puede olvidar. De aquí la necesidad de Jenkins se hacer El ferrocarril subterráneo.
Cora sale de Georgia en el ferrocarril subterráneo y comienza un viaje que la lleva a Nueva York donde hay grupos progresistas que se aprovechan del discurso de igualdad para experimentar con las personas negras; luego llega a Carolina del Norte donde los negros están prohibidos (los irlandeses ocuparon el lugar de criados); seguido de Tennessee e Indiana, este último donde una comunidad de negros libres prosperan trabajando su propia tierra.
En cada uno de los puntos, Cora ha de escapar de Ridgeway, un personaje que es más importante de lo que parece, pues no sólo es el captor de la protagonista, sino que es la demostración de que los negros y negras eran esclavos de los blancos, pero los blancos eran esclavos de sus obsesiones, sus miedos, sus ideologías, del sueño de una nación a la que nunca podrían pertenecer del todo.
La historia en su producción fue tan pesada, que se vieron obligados a contratar a una especialista para que los actores, actrices, y el equipo pudiera hablar con alguien cuando la trama se pusiera densa. Aquellos que interpretaron a un esclavo siendo torturado y quiénes lo debían torturar… o incluso los diseñadores que debieron trabajar en un camino lleno de cuerpos colgados que servían de advertencia.
Un producción enorme
La filmación de El ferrocarril subterráneo duró 116 días repartidos en 13 meses, seis de ellos en alto total a partir de la pandemia por covid-19. Es mucho tiempo para una serie, pero como lo hemos dicho, no es cualquier serie…
Barry Jenkins se obsesionó con los detalles históricos del vestuario y los escenarios. Llevó a todo su equipo a grabar a Georgia, pero se construyeron espacios enormes que simulaban los otros estados en la historia: Carolina del Norte y del Sur, Tennessee e Indiana.
La historia es sobre un ferrocarril, ¿cierto? Jenkins no permitió que hubiera efectos especiales en esto y utilizó un tren de verdad, por lo que mandó a construir una estructura de túnel donde cupiera. Más de 16 mil horas y cientos de personas se necesitaron para esta titánica tarea.
¿Y qué hay del vestuario? Entre los protagonistas y los extras, se trabajaron 3 mil trajes. No se sabe el presupuesto de ‘El ferrocarril subterráneo’, pero algunas fuentes indican que algunos episodios excedieron el costo de Moonlight, que fue de 1.5 millones de dólares.
La estética es parte de la historia, y la primera es tan impresionante como contradictoria. James Laxton, director de fotografía, trabajó en la construcción de escenas íntimas sin necesidad de explorar el cuerpo. La composición de alguna tomas, sobre todo cuando el director quiere sostener un discurso, son fascinantes.
Escenas sostenidas con el rostro de la actriz sudafricana Thuso Mbedu, o el recorrido de un grupo de negros libres mientras escuchamos las nociones de un estado libre. O bien, el llanto de un niño negro ante la muerte de su amo blanco mientras comienza a escucharse “This is America”.
Consejo: no la veas de corrido
Más que un punto, esto es un consejo. El ferrocarril subterráneo tiene 10 episodios, y la mayoría excede la hora de duración. Podríamos pensar que muchas otras series también le dedican entre 50 y una hora a sus episodios, pero esta producción es distinta.
El director hace recorridos sin diálogos durante 15 minutos, más o menos. La historia es también contemplativa y repetimos, tiene una intención de sostener discursos distintos tantos esclavistas, como abolicionistas y religiosos.
Así que cada episodio necesita digerirse, requiere de tiempo para procesar lo que se acaba de ver, sobre todo ante la incomodidad de la violencia y la ruptura constante de las posibilidades de nuestra protagonista: ¿podrá escapar esta vez?, ¿algún día podrá superar los traumas del pasado?
Lo más importante es rescatar distintos episodios que nos llevan a una conclusión. Por ejemplo, el líder de una comunidad de negros libres dice que no pueden rescatar a todos los negros esclavos (a partir de la presencia de algunos esclavos prófugos), pero pueden y deben intentarlo.
En otra, una esclava pierde a su bebé y dice “Dios pensó que hacerme esclava no era castigo suficiente”, poniendo sobre la mesa la salud mental de las mujeres negras que estaban un escalón más abajo de los esclavos hombres.