Freddy Kruger, Drácula, Pinhead, Pennywise son algunos ejemplos de los más grandes iconos del terror sobrenatural y/o fantástico. Para Jordan Peele, un fanático del género tanto como espectador como creador, hacía falta algo: “Un Freddy negro”. Y eso llegó hasta 1992 con el estreno de Candyman bajo la dirección de Bernard Rose y el protagónico de Tony Todd.

Candyman, basado en la obra The Forbidden de Clive Barker, nos presentó a Daniel Robitaille, un artista del siglo XIX (hijo de un esclavo) que es asesinado de manera violenta después de haber embarazado a su amante, una mujer blanca. La historia se traslada al Chicago de los 90 en Cabrini-Green donde el espíritu de Candyman aparece cuando una universitaria llamada Helen Lyle, comienza a investigar la leyenda urbana de este personaje.

Candyman se aparecerá si mencionas 5 veces su nombre frente al espejo. ¿Qué sucede después? Un acto sumamente sangriento y violento que rememora la propia ejecución de Robitaille, una víctima que se convierte en monstruo. O en otras palabras hablando de la realidad histórica de la comunidad afrodescendiente: un deseo que se vuelve realidad. 

Tony Todd como Candyman en ‘Candyman’ de 1992. / Foto: Getty Images

El regreso de Candyman

Casi 30 años después de esa primera entrega, Candyman (AQUÍ el tráiler) está de regreso con una secuela dirigida y co-escrita  por Nia DaCosta (directora de The Marvels), producida y co-escrita por Jordan Peele (Get Out, Us) y protagonizada por Yahya Abdul-Mateen II (Watchmen, The Matrix, Resurrection) junto a Teyonah Parris (WandaVision).

Acá conocemos a Anthony McCoy, un joven artista de Chicago que pelea por encontrar una nueva musa para crear obras. Después de una cena en la que escucha la leyenda de Candyman, decide ir a investigar a Cabrini-Green sobre su historia y los sucesos que han alimentado la idea de que en verdad existe, incluso, más allá de invocarlo frente a un espejo.

¿Por qué? Anthony descubre que la existencia de Candyman gira en torno a la brutalidad con la que fue asesinado, resultado del racismo la discriminación y un sistema que violenta a las comunidades marginadas. Cabrini-Green, de ese modo, es el escenario perfecto para una película que aborda varios temas: la gentrificación y el trauma.

Yahya Abdul-Mateen II y Colman Domingo en ‘Candyman’ / Foto: Universal Pictures

Yahya Abdul-Mateen II

Tuvimos la oportunidad de platicar con Yahya Abdul-Mateen II sobre el estreno de Candyman enfocándonos en dos puntos: el género de terror como herramienta de crítica social y la deuda histórica hacia las víctimas afroamericanas que fueron convertidas en monstruos para justificar un crimen.

Candyman es una gran película de terror, pero va más allá del género porque el personaje principal está impulsado por una necesidad de que su historia sea contada no porque sea olvidada, sino confundida. Quizá se trate de una alegoría o una metáfora de cómo la gente, cómo una comunidad, lidia con el trauma. De este modo, Candyman es más compleja de lo que parece, pues es sobre cómo no tenemos permitido olvidar a las víctimas de la violencia racial y la injusticia. 

Sí, creo que si eso fue lo que te llevaste, es justo de lo que trata. Esta historia, que también es sobre mártires involuntarios, es sobre culpa, venganza, es sobre tragedia; es una historia trágica de un joven cuya vida fue cortada y se convirtió en un monstruo pero sin su aprobación. Es sobre todas esas cosas, claro. 

Yahya Abdul-Mateen II como Anthony en ‘Candyman’. / Foto: Universal Pictures

¿Qué tiene que ver George Floyd?

Al final de la película es inevitable preguntarse por qué convertimos a las víctimas en monstruos. Y también es inevitable pensar que hacemos eso al tratar de justificar nuestros crímenes como sociedad. Candyman, la película y el personaje, explica la dinámica en la que alguien pasar de ser víctima a un monstruo.

George Floyd, Eric Garner, Michael Brown, Breonna Taylor, Tamir Rice, Walter Scott. Todas y todos ellos se convirtieron en monstruos para justificar su trágica muerte.

Creo que es por la culpa, pero también nos permite… Bueno, no a nosotros porque a mí no… Pero históricamente le ha permitido a los opresores ser vistos como víctimas. Tú cometes el crimen y después te volteas y dices, ‘No fui yo, fueron ellos”. Si ves a George Floyd y cómo fue asesinado, frente a una cámara, es obvio para el mundo entero, pero aún así hay una parte considerable del proceso que lo convierte en el monstruo.

Hablamos de su pasado criminal y vemos cómo convertirlo en un villano. Cuestionar por qué estaba ahí en un primer lugar y dónde debía haber estado. Entonces, una parte significativa del juicio público es dedicado a decir, ‘Él era, es un monstruo y por eso se merece de este tipo de trato’.

Y ‘Candyman’, definitivamente, toma ese enfoque o esa perspectiva y le da a la víctima el poder de un monstruo.Candyman’ hace la pregunta de si creas un monstruo, veamos qué pasa cuando lo obtienes; y nuestroCandyman’ tiene más capacidad de decisión de la que tuvo en su vida real y eso es interesante, creo que es una dinámica interesante de imaginar. 

Foto: Getty Images.

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La forma de lidiar con un trauma

Candyman representa, desde los 90, muchas cosas que tienen impacto a nivel social, especialmente la violencia y la forma en la que ha escalado en los últimos años ccontra la comunidad afroamericana. Pero al tratar el tema, pocas veces se reconoce las diferencias, aún más brutales, contra las mujeres negras. 

El personaje de Colman Domingo en Candyman, dice –parafraseando– Candyman no es un Él, Candyman es toda la maldita colmena”. Pero Candyman es la hisoria de violencia contra los hombres específicamente, no las mujeres. 

Creo que la historia de ‘Candyman’ definitivamente no es exclusiva de los hombres negros en América, sino también puede extenderse a las mujeres negras, a las mujeres trans, a los gays, a la comunidad LGBT+, a comunidades que son marginadas y oprimidas.

Diré que es importante hablar sobre hombres negros, hablar sobre los hombres y mujeres negros americanos, de nuestra lucha porque somos nosotros los  que estamos creando este proyecto y estamos usándolo para hablar de nuestra comunidad en particular, pero también puede usarse como una alegoría para otras comunidades oprimidas.

Frecuentemente todas esas comunidades han sufrido en manos de la violencia blancaca través de la historia, y creo que esa es una de las cosas que es importante resaltar, que continuamente todas esas comunidades son puestas como el enemigo, son mutiladas y se voltea y se les convierte en en monstruos. En todos esos escenarios, Candyman’ definitivamente puede ser un punto de referencia para contar las historias de esas comunidades oprimidas. 

Teyonah Parris en ‘Candyman’. / Foto: Universal Pictures

Una nueva narrativa

Candyman, en verdad, es una película importante. Una larga lista de filmes han afectado la cultura y a la sociedad, tanto positiva como negativamente. Candyman, de este modo, puede ser un parteaguas en términos narrativos y la forma en la que se retrata a la comunidad afroamericana en el cine. 

Eso espero, creo que definitivamente es una continuación de lo que hemos estado viendo en el último par de años, especialmente con el trabajo de Jordan [Peele] en ‘Get Out’ y ‘Us’, y ahora ‘Candyman’. También tenemos historias como ‘Lovecraft Country’ y ‘Watchmen’ en donde se usa la representación y el género para contar nuestras historias, para contar historias que lidian con el trauma negro en una forma más sofisticada. Y específicamente, muestran el trauma por lo que es, lo que fue y dejándolo ahí.

Creo que es una forma de usar la historia del trauma contra nuestras vidas y nuestros cuerpos, como un punto de partida para crear una narrativa que va más allá del trauma. Eso es importante en el cine al hacer películas porque también nos permite ver diferentes imágenes; nos permite vernos a nosotros retratados de diferentes formas en las que podamos aspirar a ser y no sólo ser  lecciones, sino vernos bajo una luz inspiracional y aspiracional. 

Una escena de ‘Candyman’ / Foto: Universal Pictures

Hay mucha psicología detrás de las películas de terror, y este género es fascinante porque no sólo es entretenido y cumple con muchos parámetros del éxito comercial, sino que al mismo tiempo es perfecto para discutir los horrores de la realidad. 

Una de las cosas que me gusta decir sobre el género es que cuando se trata de la experiencia negra en América, nuestras historias usualmente no son creíbles. Contamos la historia de lo que pasó en un semáforo o lo que pasó en un centro comercial, un encuentro con la policía o cómo fuimos perseguidos en una tienda por los guardias de seguridad, y eso se convierte en nuestras experiencias siendo discriminados.

Muchas veces esas historias, esas experiencias, se enfrentan a cuestionamientos e interrogatorios que están diseñados para invalidar nuestos testimonios, para llenar los agujeros porque no puede ser tan malo como dices que es. El horror nos permite tomar esos horripilantes escenarios  y ponerlos en un contexto que permita a la gente venir, escuchar y traer una mente abierta a las historias de ese trauma.

Nos permite llegar a una audiencia más amplia y aún así contar estas historias y entretener, pero aún más importante llegar al corazón de esas terroríficas experiencias. Así que creo que esa es una de las razones por las que el terror puede coincidir tan perfectamente con las experiencias horribles que normalmente surgen de esas historias y de la experiencia negra en América.

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