En alguna entrevista de Terry Gilliam para hablar sobre el filme Brazil de 1985, el director aseguró que no se trataba de una película de ciencia ficción, sino de caricaturizar los juegos políticos mundiales y cómo cimentan todo en un sistema que pocas veces, sino es que nunca, ha dado resultados. El hecho de que una cinta presente un futuro distópico para las sociedades, no sólo la convierte en una cinta dentro del género, también en una reflexión que pueda ir de la comedia negra al verdadero drama.
Ese es el toque de Gilliam y cada uno de sus filmes. Con sus historias y narrativa intenta burlarse del mundo en el que vive con proyecciones a futuro que parecen imposibles, pero que cada vez se acercan más. Basta con pensar en 12 Monkeys y otras tantas historias no necesariamente políticas o sociales, que se burlan y critican lo que tienen frente a ellas como Fear and Loathing in Las Vegas, Los hermanos Grimm, The Fisher King o El imaginario mundo del doctor Parnassus.
Ahora, el director regresa con The Man Who Killed Don Quixote, una sátira épica protagonizada por Jonathan Pryce y Adam Driver que retoma una de las figuras literarias y universales más conocidas y emblemáticas de la historia: Don Quijote de la Mancha, siempre acompañado por su fiel escudero Sancho Panza. Pryce se pone en el papel del caballero mientras Driver figura como el fiel acompañante y, por ende, en la pieza clave de esta historia.
Gilliam nos presenta a Toby, un reconocido director, un “genio creativo” (del estilo de Kanye, tal vez) que se encuentra filmando ante la negativa de un comercial, un gran proyecto relacionado con la misma historia de Miguel de Cervantes Saavedra, pero sin la esencia tanto de la trama como del director. La producción ha estado marcada por los retrasos y las ausencias del director, quien por casualidad del destino y maldición gitana, decide acercarse a su primer proyecto fílmico de la universidad para tomar inspiración. Esa primera película independiente, de poco presupuesto y sin actores, lo llevan por un viaje que va de la realidad poco probable, a los sueños y aspiraciones de Toby.
Sobre todo, marca un reencuentro con Javier, un viejo zapatero español protagonista de su primera película y que tiene el rostro perfecto para interpretar a Don Quijote y vender seguros. ¿Cuál es la sorpresa de Toby? Javier piensa que es el Quijote, que han escrito sus hazañas, que es una leyenda que vive después de 400 años porque el cielo así lo quiere. Y no sólo eso, además, cree que Toby es su adorado e ignorante Sancho. Con esto comienza una aventura épica pero infantil que pone a las audiencias en un limbo entre lo desconocido, lo que puede ser real, lo exagerado y la crítica.
Con seguridad podemos decir que no es la obra más grande de Terry Gilliam, ni siquiera una de sus primeras cinco a pesar de la conexión personal del cineasta con el proyecto, el tiempo de espera y su filosofía: no hacer películas por dinero, sino por gusto y porque hay una historia que contar. En su visita al Festival Internacional de Cine de Los Cabos para presentar el filme y recibir un reconocimiento especial por su trayectoria, Gilliam siendo Gilliam confesó que las críticas no han sido buenas con su cinta, pero que es parte del negocio y del modelo a seguir para los medios y las productoras. “La realidad duele”, dijo Gilliam a su hijo y ahora a todos con The Man Who Killed Don Quixote, Todo lo que demuestra una cinta con gracia incomprensible pero divertida, es un reflejo del mundo del entretenimiento con el que el director ha tenido que lidiar por pensar diferente o por no pensar en dinero.
“Una nueva idea no es igual a los filmes de antes que a ellos (productores) les gustan. Las películas se hacen a sí mismas”, y eso pasó con Don Quixote después de más de 20 años intentando filmar una película que, bien o mal, sería criticada. Como mencionamos, no es la mejor película de Gilliam, pero la inocencia de los personajes, la idea de amor cortés , de lealtad y carga moral, hace de esta cinta algo convincente de la primera parte al momento en que todo se sale de control y ya nada se justifica ni siquiera por gracia.
The Man Who Killed Don Quixote retoma una historia muy comercial, al mismo tiempo apacible para el público, pero sobre todo, original. Gilliam es de la idea de que las segundas partes o las franquicias demuestran una falta de valentía frente a lo desconocido, que son aquellas ideas de quien no se atreve a imaginar. Con este filme, nos queda más que claro que Terry Gilliam ha decretado la finitud de su historial.