En 1944, Francisco Rojas González publicó su primera novela bajo el título de La Negra Angustias. Esta obra le valió el Premio Nacional de Literatura al presentarnos, por primera vez, a una protagonista mujer dentro de una historia de la Revolución Mexicana, las cuales se enfocaban en los actos heroicos de hombres al frente de la lucha,
La importancia de La Negra Angustias no sólo se centra en la aportación de Rojas González en la literatura o en las historias de la Revolución que revelaron el amplio espectro de la lucha de los campesinos. Sino en la representación de los personajes femeninos en contextos que pertenecían únicamente a los hombres.
La novela fue tan importante en la época, que hubo una adaptación a la pantalla grande en 1949 a manos de Matilda Landeta, de quien vale la pena decir que fue una de las primeras cineastas en México que se vio obligada a producir sus propias películas ante las negativas por ser mujer. Y de hecho, su primera película fue la adaptación de Lola Casanova, la segunda novela de Francisco Rojas González.
La Negra Angustias
La Negra Angustias nos presenta a Antón Farrera, un viejo bandido oriundo de Mesa del Aire que perdió a su esposa (una mujer que describen como blanca y fina) tras el parto de su hija. Antón no creía que la niña fuera suya, pues la mujer quedó embarazada después de que varios federales la violaran. Esta parte es importante porque si bien la novela es una especie de biografía del personaje principal, da cuenta que su mismo contexto, de manera indirecta, se ve afectado por las circunstancias de violencia, desigualdad y machismo.
La niña al nacer es recogida por la señora Cresencia, quien es viuda y tiene fama de bruja. Esta mujer decide ponerle Angustias porque su vida, desde que nace, está llena de estas mismas: la muerte de su madre, el abandono de su padre y la pobreza. Así que cuando la chica tiene 12 años, Antón Ferrera regresa al pueblo para ir a preguntar por ella, llevarla a casa y que esta se haga cargo de las labores del hogar. Ahora no es Angustias a secas, sino Angustias Farrera.
Angustias, como decíamos, se hace cargo de la choza en la que vive con su padre. Pero este también el encarga el cuidado de un grupo de cabras, unas 60 o 70, a las que debe sacar al monte. Angustias pronto descubre el asco que le da ver a los animales apareándose. Y ese asco por los machos cabríos y decepción por las hembras, se convierte en una repulsión por los hombres. Eso incluye a aquellos sujetos que la veían y le coqueteaban. Para ella eran iguales a los machos cabríos que no se podían contener para montar a las hembras.
El poder que asume en medio de la Revolución
Por lo que cuando Angustias crece y su cuerpo cambia, los hombres comienzan a ir tras ella, incluido el soltero más codiciado del lugar. Pero el rechazo y el asco de la protagonista es tan grande, que le suplica a su padre que no la entregue en matrimonio a nadie. El personaje del padre no se presenta como una figura que acompaña e invita a la evolución de Angustias a una líder revolucionara. Pero sí como una figura relacionada con la rebeldía que inspira a la hija a seguirla.
En algún punto de la novela, Angustias se da cuenta del poder que tiene sobre los hombres y cómo esta puede utilizar el deseo que sienten por ella, a su favor para escapar del destino que a todas les toca: casarse, convertirse en amas de casa, madres y no volver a decir ni una palabra. Cuando ve que los hombres, que ella compara con las cabras, no pueden controlar el deseo y son capaces de cualquier cosa, decide convencerlos para seguirla en la lucha armada.
Un personaje que no se apegó al ideal heroico
La Angustias se gana el nombre de “Negra” cuando utiliza la fama de su padre, famoso pandillero, para motivar a los rebeldes y campesinos a seguirlas más allá de la lucha agraria que comdanaba Emiliano Zapata. Antón, su padre, era un tipo Robin Hood, temido por los ricos y adorado por los pobres. Y la Revolución, la verdadera lucha, la hicieron los pobres. Así que fácil la siguieron, la escucharon y lucharon bajo las órdenes de la nueva coronela.
Así, la mujer se viste como revolucionario bajo el estandarte zapatista y manda el demonio a cualquiera que quiera desafiar su autoridad y sus órdenes. Pero la Negra Angustias está lejos del ideal de heroína que reivindica o implementa conceptos feministas para la lucha armada. Como decíamos, la novela no es sobre la Revolución, ni siquiera del lugar que ocuparon las mujeres en la historia, sino en la evolución de la protagonista. Y la protagonista se equivoca y pierde.
La película de 1949 de ‘La Negra Angustias’
Como les contábamos, en 1949 se estrenó La Negra Angustias, una película de Matilde Landeta que es más importante de lo que parece. La cinta fue dirigida por una de las primeras cineastas en México que forjó su carrera en la Época de Oro del cine mexicano. Landeta fue asistente de varios directores conocidos como Emilio Fernández o Roberto Gavaldón, pero a pesar de su experiencia, no logró convencer a los demás para financiar sus películas.
Por lo que lo hizo ella sola. Y no hubo mejor persona para tomar el trabajo de Rojas González y llevarlo a la pantalla, pues tomó su experiencia como mujer para darle más naturalidad y realismo a los personajes feministas. La película de La Negra Angustias es determinante en la representación de los afrodescendientes en el cine (algo que, a la fecha, no ocurre con frecuencia o se hace bajo los estereotipos).
Con la Época de Oro, las mujeres negras aparecían como rumberas bajo ritmos de música africanos. Y los demás, se sumían bajo el estereotipo del físico, el lenguaje, la cultura y la geografía. Pero con La Negra Angustias fue distinto. La protagonista, desde la novela, es una mujer mulata que nada tiene que ver con las mujeres que bailaban en las cintas (sin demeritar a estos personajes).
Angustias era una campesina, mulata como su padre, que se suma a las filas de la Revolución. La protagonista es interpretada por María Elena Marqués, actriz mexicana que no era afrodescendiendiente y a la cual le pintaron el rostro para interpretar a Angustias, pero sin el tono caricaturezco que siempre acompañaba a estos personajes.