Un 14 de junio de 1986, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, mejor conocido como Jorge Luis Borges, murió en Ginebra, Suiza. Un escritor argentino que, si bien es reconocido principalmente por su literatura de ficción y poesía, cuando pensamos en él también llega a nuestra mente una imagen característica por un mal (o bien) que lo siguió toda su vida: la ceguera.

Sin embargo, ésta nunca significó un gran impedimento para el literato sudamericano, quien tomó esta discapacidad más como una herramienta, que como un obstáculo.

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Foto: Getty Images.

“Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte, tiene que aprovecharlo”, declaró alguna vez en una conferencia donde el tema principal fue la ceguera.

La pérdida de los colores

Trasladémonos al tiempo en que Borges alcanzó su madurez literaria, comenzó a tener reconocimiento mundial y se convirtió en director de la Biblioteca Nacional de Argentina: a 1955, año que, a pesar de todo esto, quedó marcado en su vida porque se declaró ciego.

Esta condición no le llegó súbitamente; fue algo que, como el color de los ojos o el cabello, heredó de su familia paterna. Sí, tanto su bisabuelo, como su abuela y finalmente su padre, padecieron de lo mismo que el escritor.

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De hecho, Borges recuerda que desde el inicio de su vida, su vista comenzó a apagarse lentamente. El propio autor de “El jardín de senderos que se bifurcan”, relata que a los nueve años tuvo que empezar a utilizar anteojos “de fondo de botella”.

Aunque esto le ayudó a los 19 años de edad, cuando estaba en España, a no entrar al servicio militar. Luego, cuando cumple 28, un especialista lo evalúa y le recomienda hacerse una operación; entre 1927 y 1955, lo intervienen quirúrgicamente en ocho ocasiones sin conseguir una mejora, y se declara este último año, ciego.

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Al respecto, dijo que su ceguera fue dándose como un abandono progresivo de los colores y las formas: “Todavía puedo descifrar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde y el azul. Hay un color que no me ha sido infiel, el color amarillo… El blanco ha desaparecido o se confunde con el gris. En cuanto al rojo, ha desaparecido del todo”.

Finalmente, a los 80 años de edad, su vista se va definitivamente y, seis años después, quien inventó el fantástico mundo de Tlön, fallece por cáncer hepático.

Breve diagnóstico de su ceguera

El argentino describió la pérdida de su vista como un descenso lento hacia la penumbra. Aunque, para Mario Enrique de la Piedra Walter, médico cirujano que escribió dos artículos tratando su discapacidad (“Elogio de la sombra. Diagnóstico de la ceguera de Jorge Luis Borges” y “Diagnóstico etiológico de la ceguera de Jorge Luis Borges basado en su obra literaria”), su condición era única.

“En realidad se trata de una ceguera excepcional, singularizada por una anomalía en la percepción de los colores y la pérdida de la visión de manera asincrónica en ambos ojos”, comenta en uno de los artículos publicado en Nexos.

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Sí, este especialista realizó una investigación tomando información biográfica y poemas, así como declaraciones en entrevistas y conferencias del autor de “El Aleph” para poder diagnosticar, con ayuda de datos clínicos de las causas de ceguera crónica más comunes, la clase de discapacidad que tenía Borges.

Incluso, utilizó fotografías de diferentes etapas de la vida del escritor para ejemplificar las manifestaciones físicas de su pérdida de la vista: como el desvió de su mirada hacia el centro por el estrabismo y la caída de su párpado derecho. Y con toda esta información, logró llegar a una posible causa de su ceguera: miopía degenerativa.

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El especialista señala que con el registro de que otros familiares del argentino sufrieron de este mismo mal, se establece que se trata de una pérdida visual hereditaria de modo “autosómico dominante”.

Explica en ScienceDirect: “Se caracteriza por manifestaciones tipo discromatopsia (daltonismo), específicamente protanopia (no distinguir el rojo) y visión nublada hasta progresar en amaurosis bilateral. Se acompaña de alteraciones oftálmicas en las que destacan miopía, estrabismo convergente de predominio derecho y ptosis palpebral (caída del párpado) predominantemente derecha”. Además, resalta las operaciones por cataratas y el desprendimiento de retina.

Los dones de Jorge Luis Borges

Ya hablamos de cómo repercutió la ceguera en su vida, e incluso, de cuál pudo ser la causa de su condición; sin embargo, hace falta hablar del que es el tema más importante: la influencia de esta discapacidad en su literatura.

Quizá, donde se puede mirar un primer deslumbramiento de la pérdida de su vista en sus creaciones, es en “El poema de los dones”, versos en los que plasmó su sentir al convertirse en director de la Biblioteca Nacional de Argentina, pero también de saberse ciego: “Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”.

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Tras notar su ceguera, tomó una decisión: “Ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa, yo tengo que crear lo que sucede al mundo visible que, de hecho, he perdido”.

Y sí, tras aceptar su condición, en 1955, escribió libros como: “El hacedor” (1960), “El libro de arena” (1975) y “Nueve ensayos dantescos” (1982); además de poemas como: “Elogio de la sombra” (1969), “El oro de los tigres” (1972), “El ciego I”, “El ciego II” y “Un ciego” (1975).

Finalmente, en 1977, durante una conferencia en Buenos Aires llamada “La ceguera”, Jorge Luis Borges declaró que no se dejó acobardar ante ésta: “La ceguera no ha sido para mí una desdicha total”.

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Incluso, indicó que esta discapacidad, que consideró un don, le brindó otros más: “Me dio el anglosajón, me dio parcialmente el escandinavo, me dio el conocimiento de una literatura medieval que yo habría ignorado, me dio el haber escrito muchos libros, buenos o malos, pero que justificaron el momento en que se escribieron”.

*Con información de Nexos, ScienceDirect y “La ceguera”, Jorge Luis Borges, 1977

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