Justo un día antes de que empezara un nuevo año, un 31 de diciembre de 1878 nació en Salto, Uruguay el escritor Horacio Silvestre Quiroga, uno de los mejores cuentistas de la literatura latinoamericana. Por esta razón, por el hecho de que este día cumpliría un año más de vida, queremos recordarlo sumergiéndonos en su vida, en su gusto por la escritura, la selva y también en las tragedias que lo persiguieron desde que nació, como la muerte de su padre y el suicidio de su primer amor.
La pérdida de sus dos padres
De acuerdo a A. Boule-Christauflour, en su artículo “Horacio Quiroga cuenta su propia vida”, incluido en Bulletin hispanique, este escritor nació en Salto, Uruguay, hijo de Pastora Forteza y Prudencio Quiroga. De hecho, era descendiente de Facundo Quiroga, un político, militar y gobernador argentino durante el siglo XIX.
Lamentablemente, tan solo a unos meses de nacer, su padre falleció. Sí, quien era vicecónsul de Argentina, después de un día de cacería se disparó accidentalmente con su escopeta. Incluso algunos señalan que el propio cuentista fue testigo de su muerte.
A pesar de su fallecimiento, Horacio Quiroga tuvo una infancia tranquila, e incluso llegó a escribir en unos de sus últimos artículos que fue justo en esta etapa de su vida que empezó a leer los libros que estaban en la biblioteca de su casa. Aunque también recibía por parte su madre varias narraciones.
El escritor luego ingresó al Colegio Hiram, al Instituto Politécnico y finalmente al Colegio Nacional de Montevideo, aunque no concluyó sus estudios. Para ese entonces su mamá ya se había casado con Mario Barcos, a quien el escritor apreciaba pero que tristemente sufrió una parálisis después de un derrame cerebral. Según Infobae, esto lo llevaría a suicidarse dándose un tiro con una escopeta, justo cuando el escritor entraba a su habitación.
Un fatal accidente
Tras la formación de algunos grupos literarios, de publicar algunos textos en revistas y periódicos, y de un viaje a París, Francia (que sustentó gracias a una herencia de su padrastro); Horacio Quiroga publicó su libro Los arrecifes de coral en 1901, comenzó a relacionarse con varios intelectuales, pero también fue por ese tiempo en que dos de sus hermanos fallecieron a causa de tifoidea y que se le acusó de un terrible crimen.
De acuerdo a información de Langosta Literaria, todo empezó cuando el crítico Germán Papini Zas publicó un texto en La Tribuna Popular acusando a Federico Ferrando, amigo del uruguayo, de ladrón. Por esta razón, este último decidió retar a un duelo al periodista.
A todo esto, el autor de “La gallina degollada” se ofreció a revisar y limpiar la pistola que utilizaría su amigo en el duelo contra el polémico crítico. Sin embargo, mientras Quiroga realizaba esta tarea, el arma de fuego se disparó por error y una bala dio directamente en la cara de Ferrando, quien instantáneamente falleció.
Por este “crimen”, las autoridades arrestaron y luego apresaron al literato durante cuatro días, a la vez que realizaban una investigación del hecho para conocer lo que había ocurrido. Afortunadamente pudieron probar que la pistola se disparó por si sola y Horacio salió de la cárcel.
El suicidio de su primer amor
Después de este horrible momento para él, decidió dejar Uruguay y mudarse a Argentina, donde comenzó a trabajar como profesor, a la vez que seguía escribiendo y publicando sus cuentos en diferentes medios como en el periódico La Nación.
Fue justo por estos días que su amigo, el escritor Leopoldo Lugones lo invitó a estudiar las misiones jesuíticas de San Ignacio como fotógrafo. Así sería como Horacio Quiroga quedaría atado para siempre a este lugar, pues en 1906 compraría un terreno de 185 hectáreas en el Alto Paraná. A la par también se enamoraría de una de sus alumnas, Ana María Cires, con quien se casaría tres años después y se instalaría en Misiones.
En 1911 tendrían a su primera hija, Eglé y un año después, en 1912, a Darío. Sin embargo otra tragedia llegaría al escritor uruguayo; en febrero de 1915 su esposa decidió suicidarse tomando uno de los químicos que usaba para revelar fotografías. Incluso, de acuerdo a A. Boule-Christauflour, ella sufrió durante ocho días antes de fallecer.
De escribir sus mejores obras a su muerte
Tras el fallecimiento de su primera esposa, Horacio Quiroga decide mudarse a Buenos Aires junto a sus hijos, con quienes empezó a vivir en un sótano. Luego consiguió un puesto en el consulado uruguayo y por esta razón lograría mudarse a un departamento y después a una casa.
Todo apunta a que durante estos años, el escritor escribió sus mejores obras como: Cuentos de amor de locura y de muerte, en 1917; Cuentos de la Selva, en 1918; Anaconda, en 1921; El Desierto, en 1924 y Los Desterrados, en 1926.
También por este tiempo, el cuentista empezó a interesarse por el cine, escribió críticas, reseñas y hasta el guión de una película la cual nunca se filmó: La jangada. Igualmente mantuvo una relación muy estrecha con la poeta Alfonsina Storni, después con otra de sus alumnas, Ana María Palacio y luego con una compañera de su hija, María Elena Bravo, con quien tendría una hija, aunque al final lo abandonaría.
Fue cuando publicó su último libro, Más allá, en 1935, que comenzó a tener problemas de salud. Cuando se internó en un hospital pensó que solo se trataba de una infección urinaria, sin embargo después le dijeron que era cáncer de próstata.
Esta enfermedad lo llevaría a vivir en el hospital, aunque un día decidió dar un paseo para conseguir polvo de cianuro, el cual ingeriría el 18 de febrero de 1937 y con lo que perdería la vida al siguiente día. Lo curioso es que sus hijos después también se suicidarían; según Infobae, Eglé en 1938, Darío en 1952 y María Elena en 1988.
*Con información de “Horacio Quiroga cuenta su propia vida”, en Bulletin hispanique; de Infobae y Langosta Literaria.