Las películas de acción siempre han tenidos y planteado un parámetro de donde partir. A pesar de ser un género por sí mismo, los western fueron esas primeras cintas de acción que definieron el rumbo de la adrenalina en la pantalla grande (con figuras de la talla de John Wayne) a partir de la década de los 40 con películas como The Mark of Zorro y The Treasure of the Sierra Madre.
Luego, Akira Kurosawa llegó a Occidente en 1954 con Los siete samuráis, una película épica que formuló cierta elegancia dentro de un género que apenas iba tomando forma. Los siete samuráis de Kurosawa, de acuerdo con algunos expertos, planteó dos de los elementos básicos del género: un héroe debe reunir a un grupo de personas con habilidades para enfrentar un problema y, en segundo lugar, el problema mismo que propone un dilema moral donde el héroe se pone a prueba con tal de hacer el bien.
Para los 60, en medio de la Guerra Fría y los estragos (en tiempo presente) del conflicto en Vietnam, llevaron a los creadores a pensar en películas de acción dentro de un escenario bélico. The Dirty Dozen, por ejemplo, nos presentó esa fórmula de Kurosawa donde un grupo de soldados (no necesariamente guerreros) son entrenados para combatir a los nazis.
Nuevamente, el héroe que quiere hacer el bien, sale vencedor. La ganadora del Oscar, The French Connection, puso en el radar la figura de autoridad policiaca en el centro de las premisas de acción que, con el paso del tiempo a partir de los 70, se exageró y se llevó al límite de lo que ahora es probable con ayuda de la tecnología.
Duro de matar con Bruce Willis y Arma letal con Mel Gibson, fueron la cima del género de acción y su entrada oficial como fórmula de éxito de Hollywood. Para la década de los 90, las cosas se pusieron aún mejores el inicio de la saga de Misión imposible y el personaje de Ethan Hunt, quien ha logrado sobrevivir a los cambios y las exigencias de las audiencias. Sin embargo, los 90 fueron más lejos con el estreno de The Matrix junto a Keanu Reeves, quien 20 años después, es el actor/personaje referente de lo que queremos ver.
El principio de milenio experimentó con su narrativa gracias a cineastas como Quentin Tarantino y la presentación de Beatrix Kiddo en Kill Bill, una de las primeras mujeres en abanderar un filme de acción que no sólo es emocionante, sino también extremadamente violento.
La última década ha sido más abierta a propuestas originales, pero también al regreso de historias como lo que sucedió con Mad Max: Fury Road y lo que ha impuesto John Wick desde 2014. Sin embargo, no podemos olvidar el impacto dentro de la cultura popular de la franquicia de Rápidos y Furiosos, la cual ha permanecido en el imaginario de los espectadores desde 2001.
Sin duda, es una de las sagas más exitosas en la historia del cine que registra ocho películas (la mayoría con sus personajes originales), una próxima producción (la novena) y un spin off de alto perfil junto a dos de las figuras de acción más internacionales: Dwayne “The Rock” Johnson y Jason Statham.
Los elementos indispensables de la saga de Rápidos y Furiosos siempre fueron los autos y el concepto de familia. Los personajes de esta historia son criminales de “poca monta” que luchaban contra el sistema con tal de permanecer unidos. ¿Y cómo lo hacían? A toda velocidad en autos arreglados que definían, de forma casi inconsciente, la sexualidad de cada uno.
Estos dos se encuentran en el spin off bajo el nombre de Hobbs & Shaw portagonizado por dos personajes relativamente nuevos dentro de la franquicia. Por un lado está Luke Hobbs, un enorme samoano que fue presentado al público en la quinta entrega de Rápidos y Furiosos. Junto a él aparece Deckard Shaw, un británico elegante que hizo un cameo al final de la sexta entrega.
Hobbs es un agente que intenta salvar al mundo sin romper las reglas de la familia (él ya forma parte del crew de Dominic Toretto) mientras Shaw es un exmilitar que se convirtió en mercenario. La familia también es importante para él, pues entra a la historia a partir de querer vengar el fatídico destino de su hermano Owen Shaw, quien es derrotado.
En Hobbs & Shaw, los dos personajes que alguna vez fueron enemigos, se ven obligados a unir fuerzas para salvar a Hattie Shaw (hermana de Deckard) de un virus mortal, y peor aún, para evitar que llegue a manos de Brixton y acaba con parte “débil” de la humanidad. Hobbs & Shaw destacada dentro de la franquicia al agregar el elemento de tecnología a través de Brixton, personaje interpretado por Idris Elba.
Este hombre, excompañero de Shaw en el ejército, está modificado genéticamente y es, en pocas palabras, un Superman negro. Ante su superioridad física, mas no moral ni emocional, es que Shaw y Hobbs deben unirse en una peligrosa aventura que recorre varios países y ciudades como Londres, Inglaterra, Rusia y Samoa (de donde es oriundo Hobbs).
Hobbs & Shaw es una película demasiado divertida. La comedia presente en Rápidos y Furiosos, toma un nuevo rumbo marcado por el odio que ambos personajes sienten entre sí, pero sobre todo por la posibilidad de definir quién es el mejor con una masculinidad herida. Sus insultos son constantes y bastante divertidos, pero se sienten leídos.
Esto no quiere decir que la química entre Johnson y Statham no exista. Es real y demasiado buena como para soportar una película tan larga (un poco más de dos horas); sin embargo, al momento de enfrentarse entre sí en un tono de comedia, la naturalidad se rompe aunque no se pierdan las risas.
David Leitch, director de Hobbs & Shaw, nos entrega un spin off en el que abundan las escenas de acción y en las que se justifica la presencia de ambos personajes. Pero aquí es también donde quizá se pasaron de la raya: son demasiadas. No hablamos del espectáculo de armas, golpes y explosiones, eso es parte de la naturaleza de la saga y los personajes. Sin embargo, nuestros héroes y el villano se enfrentan en cinco (aproximadamente) situaciones distintas que pudieron reducirse sin perder tiempo en cinco pláticas donde el villano vuelve a explicar y justificar su existencia.
Para el final de la cinta (precisamente después de tantos enfrentamientos), la lección de Hobbs & Shaw es demasiado sencilla y obvia, que el espectador podría sentir que es demasiada película para lo que realmente debería. Pero antes de afirmar la premisa anterior, hemos de considerar que tanto Rápidos y Furiosos como Hobbs & Shaw, no tienen otro propósito más que entretener a su público (el que creció con ellos) y las nuevas audiencias. No hay más.
Esto lo sabe muy bien Leitch. Finalmente, él es el responsable de la segunda entrega de Deadpool (hay una sorpresa en Hobbs & Shaw relacionada) y la primera película de John Wick. En otras palabras, sabe lo que queremos ver y eso es lo que entrega en este spin off, pero aún más exagerado.
Hobbs & Shaw es una película de acción en toda la expresión de la palabra. Si nos apegamos a lo más básico dentro de este género, entonces se trata de una cinta que cumple y rebasa con todas las expectativas. Sin embargo, si nos servimos de aquel parámetro establecido en cada época, entonces queda a deber mucho. Al final, es una cuestión de perspectiva en el que influye el apego emocional a la saga, a los personajes y al mensaje de la franquicia.
¿Hay escenas postcréditos? Sí, y son varias pero no muy reveladoras.