En la edición de 2024 y como parte de la Selección oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia, se presentó La cocina, la última película de Alonso Ruizpalacios protagonizada por Raúl Briones y Rooney Mara. La película se llevó el Premio del Público y por acá te contamos de qué va y por qué debes verla aprovechando que ya está en cines.
¿De qué va ‘La cocina’?
La cocina es una adaptación de la obra homónima de Arnold Wesker y es el mismo título que Ruizpalacios ya había puesto en escena años atrás con su compañía teatral. Lo curioso (o tal vez no) es que en esa obra de teatro también apareció Briones, pero interpretando un par de personajes secundarios.
Pero para esta producción, el actor toma al protagonista, un cocinero mexicano llamado Pedro que trabaja en The Grill, un restaurante situado en medio de Times Square. No es alta cocina, pero tampoco es comida rápida; es una de esas cadenas o franquicias de restaurantes de gran volumen y precios promedio.
Pedro está enamorado de Julia, una mesera estadounidense que tiene poco más de dos meses de embarazo. Pedro es el padre, y le suplica que no aborte, que tenga a su hijo, huyan a México (a Piedras Negras) y vivan una vida idílica en donde Julia sea la única güera del pueblo y Pedro sea envidiado por estar con ella.
Ambos forman parte de una cocina relativamente grande en la que entre cocineros, meseras, lavaplatos, chefs, gerentes y dueños, se construye un ecosistema en donde la minoría se conforma de gringos, mientras la mayoría está repleta de “mojados”.
Pedro se encuentra en la cuerda floja. Es un gran cocinero y de ahí parte la promesa de que su patrón lo ayude a conseguir la tan anhelada green card, pero por encima de eso, lo percibimos como un patán, un tipo nefasto y grosero, y de ahí, al contrario, se encuentra la posibilidad de regresar a casa sin nada, incluso sin su güera.
‘La cocina’ rompe con la idea del sueño americano
En la superficie, La cocina se centra en el fenómeno de la migración. No necesariamente de la experiencia de cruzar la frontera, sino de conciliarse con la doble identidad, aquella que le niega a las personas llorar en su idioma, entender sus sueños y los de los demás y tener una vida en donde la ignorancia sea el común denominador.
Y ojo, no decimos esto de manera despectiva. Hablamos de ignorancia en cuanto al privilegio que esta representa en la sociedad estadounidense. La comunidad gringa puede darse el lujo de desconocer las circunstancias sociopolíticas del resto del mundo porque al mismo tiempo, ignoran las suyas.
Ignoran que entre ellos existe una clase media-baja con un montón de problemas que no se resuelven con el salario de una cocina ni las propinas de las mesas. No saben que el sistema continúa sin ellos, y que cuando colapsan, son reemplazados por alguien más, incluso por un migrante sin papeles.
Ignoran que algunos de ellos también persiguen el sueño americano, y que constantemente se les niega. Y es aquí donde radica la importancia, por separado, de un personaje como el de Pedro y Julia.
Cuando Pedro descubre la situación real de Julia fuera de la fantasía que le ha generado la presencia de una mujer blanca y hermosa, explota. Se vuelve loco porque reconoce que ese sueño de una familia, mascota y el pago de una hipoteca, nunca le ha pertenecido.
Y cuando explota, en palabras de Raúl Briones, “los jode a todos“. Pero al mismo tiempo, “los pausa“. Les ofrece un espacio corto de reflexión de que todos están metidos en la misma cocina, o lo que es lo mismo, un agujero. Pero incluso, La cocina se adelanta un paso más y nos dice que los mismos migrantes llevan la ventaja.
¿En qué? En que ellos, aunque sea doloroso, tienen un hogar al que volver, tienen un idioma qué recuperar, tienen una historia qué recuperar. En cambio, las y los güeros descubren que en su propia casa, el sistema los considera ajenos.
Las palabras de Anthony Bourdain
La cocina nos recordó las palabras del fallecido chef Anthony Bourdain, quien en sus múltiples viajes a México para descubrir los misterios de la gastronomía mexicana (la cual consideraba más compleja que cualquier cocina europea), también descubrió la hipocresía de la sociedad americana frente a la nuestra.
“Los americanos aman la comida mexicana. Comemos sus nachos, tacos, burritos, tortas, enchiladas y tamales en enormes cantidades. Amamos las bebidas mexicanas. Nos emborrachamos año con año con mucho tequila, mezcal y cerveza mexicana.
Amamos a los mexicanos desde el hecho de que los contratamos. A pesar de nuestra ridícula actitud frente a la migración, queremos que cocinen la mayor cantidad de comida posible para consumirla, queremos que cultiven los ingredientes que necesitamos, limpien nuestras casa, corten el césped, laven nuestros platos, cuiden a nuestros hijos. Entonces, ¿por qué no amamos México?”.
En esta cinta, los mexicanos, colombianos o latinos, aman a las y los gringos, a las y los güeros. Pero en el fondo, lo que aman es la posibilidad de ignorar lo que sucede en las cocinas. Desean llegar a un restaurante, pedir un platillo, comerlo y no pensar en el caos, en los idiomas.
‘La cocina’, un documental de guerra
Como les contamos, Ruizpalacios montó la obra de La cocina hace años. Y la idea de llevarla a la pantalla grande nació antes de que se lanzara a filmar su ópera prima, Güeros, la cual también (de manera arriesgada) se construye en blanco y negro.
Este es uno de los detalles de La cocina que potencian la experiencia de la historia. El director tomó la decisión de filmar la película en blanco y negro como algo instintivo. Y es acertado pensando que permite situar la historia fuera de una temporalidad. “Permitió enmarcarla como una fábula“, comenta.
Una larga fábula, en realidad, la cual tiene uno de los planos secuencia más emocionantes y abrumadores que hemos visto. Sucede dentro de la cocina y en el restaurante con los comensales. La secuencia arranca con el inicio del servicio del establecimiento, y es una completa locura.
Ruizpalacios lo concibió como un documental de guerra en donde la cámara fuera “reactiva”. Un gran porcentaje del tiempo de filmación se fue en esta sola secuencia que nos lleva a otra de las ideas que el cineasta tuvo respecto al relato: la cocina es como un submarino.
Ahora bien. Esto parece no tener sentido alguno. Pero sí. Es la música la que construye la relación entre el concepto y la imagen. En distintas escenas escuchamos un coro galés de puros hombres (pensando que en las cocinas hay una mayoría de hombres) que el mismo Ruizpalacios fue a grabar.
Sin embargo, lo que cantan en este idioma es la letra de “Un puño de tierra” de Ramón Ayala. Tal cual. Esta es una canción que en su versión original se escucha en la cocina cuando los mexicanos ponen música. Lo más genial es que seleccionaron esta canción porque es una de las favoritas de Raúl Briones, quien como ya dijimos, se apropió completamente del personaje de Pedro.