Hace unos días se estrenó dentro del catálogo de Netflix, como parte de sus originales, el documental El estafador de Tinder sobre Simon Leviev, un israelí que engañaba mujeres a través de la aplicación para llevar una vida de lujos. ACÁ la historia completa. Y ahora, en forma de miniserie titulada Inventando a Anna, conocemos a la estafadora de celebridades y socialités, Anna Delvey.
Esta serie, también original de Netflix, está protagonizada por la grandiosa Julia Garner y creada por Shonda Rimes, a quien conocemos por Grey’s Anatomy y Bridgerton. Esta producción se centra en Anna Delvey, una socialité y supuesta heredera alemana que participó en la vida social de las altas esferas en Estados Unidos durante mucho tiempo.
Sin embargo, nada de Anna Delvey era real. Ni siquiera su nombre. Anna Sorokin, en realidad, era una mujer rusa que logró engañar a las familias más ricas de Nueva York y estafarlas con cantidades absurdas de dinero para simular un estilo de vida de millonaria.
Con el estreno de Inventando a Anna en Netflix, por acá les contamos la verdadera historia tanto de Anna, como la periodista que escribió el artículo que reveló su identidad (porque han de saber que la reportera también tiene una historia interesante antes del texto sobre Anna Sorokin).
De Anna Sorokin a Anna Delvey
En 2018, Jessica Pressler publicó en New York Magazine un enorme artículo (“Maybe She Had So Much Money She Just Lost Track of It”) sobre Anna Delvey, una socialité de Nueva York que se paseaba con las figuras más famosas y ricas de la ciudad, además de gastar cantidades enormes de dinero en hoteles de lujo, restaurantes de cinco estrellas y galerías de arte.
En realidad, el apellido de Anna no era Delvey, sino Sorokin. Y la chica no era una heredera alemana, sino una rusa criada en Alemania de clase media que de 2013 a 2017, robó y estafó a sus amigos millonarios, a bancos e instituciones financieras. ¿Cómo lo hizo? Con la idea de lanzar un club a base de membresías (obviamente carísimas) que llevaría por nombre Anna Delvey Foundation.
Anna aseguraba que su papá era un conocido empresario en Alemania que estaba metido en la industria de los paneles solares. A otros les dijo que su padre era un diplomático de Rusia y a otros que su familia estaba metida en el petróleo. A pesar de que su acento alemán no era muy bueno, todos creyeron que sí era de Colonia. Pero nadie se tomó la molestia de investigar porque en pleno siglo XXI, la cantidad de socialités jóvenes es tan grande como las fortunas que dicen tener. La llegada de una alemana rica no era especial. Y su historia tampoco.
Tenía actitudes “extrañas” para las personas que tienen cantidades tan grandes de dinero. Por ejemplo, pedía a sus amigos y amigas que ellos pagaran la cuenta con su tarjeta y ella se los daría en efectivo. A veces lo hacía, a veces no devolvía el pago. Pero en un mundo de millonarios, miles de dólares no representan mucho, y aquellos que pagaban la cuenta o le pedían el Uber del aeropuerto al hotel, lo dejaban pasar.
A veces pedía que la dejaran dormir en el sofá asegurando que pagaría la renta. No lo hacía, pero tampoco había mucho problema porque eran amigos y no es que ella “no tuviera el dinero”, sino que se “le olvidaba”. Lo más extraño, pero que tampoco impactó a nadie, es que siempre pagaba en efectivo. Propinas de 100 dólares para los botones, taxistas, mucamas y quien se le curzara en el camino.
Pero a pesar de todo, nadie sospechó nada y Anna Delvey se paseaba entre las semanas de la moda en todo el mundo, fiestas de celebridades, galerías de grandes artistas, reuniones de atletas de alto nivel y hasta CEOs de las compañías más grandes del mundo. Anna Delvey conocía a todos y todos la reconocían.
El principio del fin
Purple es una de las revistas de moda y arte más conocidas en Europa. En 2013, cuando comenzó todo, Anna era una pasante de la revista que logró a conocer a algunos personajes importantes de la industria de la moda como el editor en jefe, Olivier Zahm y André Saraiva. Ellos dos eran socialités y estaban en todos los eventos de moda más importantes como los Fashion Week.
Fue así como se fue abriendo camino en la industria, pero también presentándose con las personas más interesantes del lugar. Fue así como conoció a Michael Xufu Huang, coleccionista de arte y fundador del museo M WOODS de Beijing, con quien viajó a la Bienal de Venecia. En entrevista, Huang dijo que le pareció extraño que ella le pidiera que él pagara los boletos y el hospedaje con su tarejta. Nunca le pagó su parte del viaje. Pero como les contábamos, no importó mucho.
Pero fue él quien después de mucho tiempo, comprendió todo. Anna quería celebrar su cumpleaños en el restaurante Sadelle en el Soho. La fiesta fue una locura porque acudieron todos los socialités de Nueva York. Sin embargo, unos días después, Huang recibió un mensaje del restaurante preguntado por Anna. ¿La razón? No había pagado la cuenta.
Anna Delvey comenzó a desallorrar el concepto de su fundación. A todos les decía que artistas como Jeff Koons o Damien Hirst formarían parte de su proyecto, el cual costaría unos 25 millones de dólares que, desde luego, no tenía. Fue así como inició su búsqueda financiera, sin inversores privados (porque no quería que le dijeran qué hacer) entre bancos que le negaron los préstamos.
Con el tiempo, Anna se fue quedando sin muchos de sus amigos y amigas. Ella decía que estaban enojados porque había dejado la revista Purple. Pero en realidad, la distancia venía de la desconfianza. Una noche, tras cenar con su asistente, le declinaron cada una de sus tarjetas. La cuenta no era “alta”, pero no tenía ni un centavo para pagarla.
Poco a poco salieron las deudas. El hotel donde se quedaba, el 11 Howard, se dio cuenta que no había una tarjeta de crédito de la señorita Anna Delvey a donde se estuvieran haciendo los cargos. Muchos pensaron que como era clienta del dueño, Aby Rosen, podían aceptar de ella transferencias. Pero no. No era clienta de Aby y acumuló una deuda de 30 mil dólares en tres meses de estadía.La cuenta se pagó con una transferncia.
Pero así como ese problema, comenzaron a salir más entre un viaje a Marruecos, su vuelo de regreso, el cambio de hotel, deudas con aquellas personas que se involucraron en su proyecto de fundación y a las que les debía dinero por su trabajo, y desde luego, los favores que les había pedido a sus amigas para que le pagaran las cuentas. Todo se fue para abajo hasta que después de que la corrieran de dos hoteles más, se quedó sin lugar donde vivir.
La sentencia
La historia de Anna Delvey se basó en puras apariencias y miedo, el miedo de los empleados, en muchos casos, a incomodar a alguien. Anna mostraba la tarejta de un CEO y conseguía cosas porque “seguramente la conoce” aunque en realidad sólo se hubieran topado una vez.
Logró financirase algunas cosas, como la deuda de 30 mil dólares, con cheques falsos que calmaban a los bancos. Pagaba, le depositaban, se gastaba fuertes cantidades de dinero y ya que veían que eran falsos o que las transferencias no llegaban, es cuando se movía para conseguir más dinero de las mismas formas. Por eso nunca usaba tarjeta de crédito, puro efectivo.
Anna fue arrestada 2017 y en 2019, se le halló culpable y fue sentenciada de 4 a 12 años de prisión. Anna, en entrevistas como la del New York Times, dijo que no se sentí culpable y que lo volvería hacer. ¿Su narrativa? Una chica que intentó crecer aunque nadie la tomara en serio por ser mujer y ser tan joven. Decía que sí, había falsificado algunos pero todo por la búsqueda de su sueño, lo cual, para ella, justificaba todas sus acciones.
Jessica Pressler, la peridista
En Inventando a Anna, conocemos a Vivian interpretada por Anna Chlumsky, una periodista del Manhattan que encuentra la historia de Anna Delvey, una falsa heredera que estaba en prisión desde 2017. Cree que la historia tiene potencial, así que le dan sólo dos semanas para escribir la historia y conseguir una entrevista con la misma Anna.
El personaje de Vivian está basado, ligeramente, en Jessica Pressler, la autora original del artículo que revelaba la verdadera identidad de Anna Delvey. En la serie, vemos que Vivian necesita escribir este artículo después de una publicación fallida. La realidad es un tanto similar.
Pressler publicó en 2014, en New York Magazine una historia que según el New York Observer, fue un fraude. Se trataba de un adolescente llamado Mohammed Islam quien, de acuerdo con el trabajo de Pressler, había hecho 72 millones de dólares comprando y vendiendo acciones. Pero luego salió a decir que no era cierto y que sólo eran acciones simuladas.
Su trabajo sobre Anna Delvey, sirvió como una forma de redención ante esta situación en la que una reportera veía su reputación y su carrera terminada. ESTE es el artículo original sobre Anna Delvey escrito por Pressler, quien es productora de Inventando a Anna.