Por: Emilio Lezama

La conmoción generada por el final de la serie Dragon Ball Super me ha generado una súbita nostalgia. No sé cómo fueron las infancias de otros, pero en mi primaria todo lo que se hablaba era Dragon Ball. En general, nunca me interesaron mucho los cómics o los videojuegos pero la serie de Akira Toriyama causó un impacto peduradero en mí. A lo largo de los años muchos amigos me han querido acercar a series más “profundas e intelectuales” pero ninguna me ha cautivado. Como escribo y uso lentes, la gente suele creer que ando por la vida buscando cosas cerebrales. Se confunden; una buena historia no requiere de grandes pensamientos, sino de grandes personajes.

En ese sentido Dragon Ball es una gran odisea, una serie ligera pero extrañamente humana. No es que intente dotar de falsa profundidad a algo que posiblemente no lo tenga, sino que desde su simpleza, Dragon Ball apuntala una fibra humana, que mucho del entretenimiento que se jacta de intelectualizado carece. Aunque Dragon Ball parece una serie convencional del héroe que lucha contra el mal, dos elementos le dan un valor agregado que me parece son la clave de su éxito; la diversidad de sus personajes y la las temáticas de integración y subjetividad del bien y el mal que propone la serie.

Es difícil resumir de qué trata Dragon Ball; ¿un niño extraterrestre condenado por el regalo de su abuelo? ¿La lucha de unos guerreros por defender el universo? Más que a partir de una historia, Dragon Ball se construye a partir de la fuerza y variedad de sus personajes; y en ese sentido esto es posible gracias a uno de ellos: Goku. El personaje de Goku podrá parecer simplón, pero es justamente esta simpleza, que expuesta a su entorno, acaba por elevarlo.  Goku es un saiyajin, una raza guerrera extraterrestre que ha sido prácticamente exterminada; como uno de los últimos sobrevivientes, su misión inicial es conquistar y destruir la tierra, pero un accidente lo hace olvidarse de ese objetivo y en lugar de ello, pasa su vida defendiendo a aquellos que lo han asimilado como uno de los suyos.

A diferencia de otras series, en Dragon Ball el personaje principal no es el más desarrollado. De hecho, Goku funciona justamente porque su unidimensionalidad contrasta con los matices de los otros personajes y gracias a ello les permite prosperar. De alguna extraña forma, Goku sacrifica profundidad para darle amplitud a la serie. Sí su personaje estuviera más desarrollado sería imposible pensar en la riqueza de perfiles que se presentan. De tal forma que Dragon Ball se configura alrededor de él casi por accidente, y son otros personajes los que dan validez a sus aventuras. De ellos, tres personajes destacan sobre los demás; Krilin, Piccolo y Vegeta. Son ellos los tres que aportan dimensión y profundidad a la serie.

El caso de Krillin es particular porque fue ideado por Akira Toriyama justamente para ese fin. Krillin es el mejor amigo de Goku, pero sobre todo es el único ser humano que destaca dentro de la serie. Mientras que la fuente del poder de los demás personajes es su ADN sobrenatural, el poder de Krilin viene del esfuerzo y la dedicación personal. Los saiyajins se vuelven más fuertes con cada pelea, los humanos tienen que entrenar  para mantenerse a la par con sus compañeros. Puede que Krilin pierda mucha de sus peleas, pero el simple hecho de pelearlas para un personaje como él es un gran triunfo. No es casualidad que de los personajes de Dragon Ball Z, Krillin es el único que enfrenta a todos los villanos principales en todas sus formas; sus victorias individuales son contadas, pero su astucia y agallas lo llevan a compartir escenario con seres mucho más privilegiados que él. Al final, mientras que los sayajins luchan por el gusto del combate, Krilin se mantiene ahí por defender aquello que ama. El personaje de Krilin apuntala el hecho de con esfuerzo todos tenemos la posibilidad de llegar más lejos de lo que se nos ha predispuesto a pensar.

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En ese sentido, aunque es menospreciado por aquellos que juzgan únicamente por niveles de combate, Krillin es el personaje más complejo de la serie. Sus emociones están más desarrolladas que las de los demás, es uno de los pocos que entiende el contexto y muchas veces es víctima de él (en un capìtulo Krillin tiene que combatir literalmente a sus miedos para poder sobrepasarlos). De hecho, uno de los grandes momentos de la serie ocurre cuando Krillin se enfrenta a una disyuntiva; posee el control para destruir a un ser humano que ha sido transformado en androide y amenaza con destruir el planeta, pero en el fondo se ha enamorado de ella. Al final, la decisión de Krilin de romper el control permite que los enemigos se fortalezcan y pongan en jaque al planeta; pero a la vez su gesto salva en sí mismo a la humanidad. Solo un humano puede encontrar suficiente debilidad para enamorarse de una amenaza; solo un humano puede encontrar suficiente fuerza como para destruir el aparato que podría acabar con su miseria. Krillin pone en riesgo a los humanos, pero lo hace únicamente por salvar lo más humano de todo: los sentimientos. Por eso una de las grandes deficiencias de la serie es que en su obsesión de batallas espectaculares y poderes infinitos, el personaje de Krillin pierde relevancia.

Los casos de Piccolo y Vegeta son también dignos de mencionarse. Ambos personajes comparten varias características; son enemigos que se redimen y se vuelven héroes; pero al hacerlo nunca pierdan una cierta oscuridad que da complejidad a sus personalidades. La relación mejor construida de la serie es aquella que ocurre entre Piccolo y Gohan, el hijo de Goku. Picollo se roba a Gohan porque ve en él un potencial inaudito que contrasta con una falta de disciplina exasperante. Por eso decide entrenarlo con dureza pero con una inusitada ternura. La relación de estos dos nunca deja de ser vertical; a pesar de que Gohan se vuelve más poderoso, Piccolo nunca deja de ser su eterno profesor, insinuando que la grandeza no se consigue únicamente con fortaleza. La relación de Gohan y Piccolo otorga un elemento de fragilidad humana a la serie. En la épica batalla contra Cell, es Gohan quien salva el planeta, pero su triunfo no surge únicamente del desarrollo de superpoderes sino de la asimilación de otro tipo de crecimiento, espiritual y humano, que le ha sido otorgado por su maestro.

Vegeta por su parte funciona como el reemplazo de Krilin cuando los personajes son ya demasiado poderosos para el humano. Este reemplazó altera el sentido de la serie; la rivalidad y amistad entre Krilin y Goku está dotada de elementos emocionales complejos y de una complicidad casi tierna. La relación de Vegeta y Goku recae más en lo épico y esto lleva a la serie a nuevas dimensiones. Vegeta, como Goku es un saiyajin, pero además de ello, es el príncipe de la raza. Para Vegeta aceptar que un personaje como Goku pueda ser más poderoso que él, le es imposible; la serie se enfoca en esta rivalidad y los extremos que están dispuestos a llegar el uno y el otro para demostrar su valía. En cierto sentido mucho de Dragon Ball es el aplazamiento constante de la gran batalla entre Goku y Vegeta; que no presupone ningún concepto absolutista del bien y el mal sino del orgullo y el placer intrínseco de competir. Al combatir a otros villanos ambos se combaten uno al otro. Vegeta combate a Cell o a Buu únicamente porque a través de ellos combate a Goku. En medio de cada una de las épicas peleas, Vegeta le recuerda a Goku que una vez que eliminen al villano, les tocará pelear a ellos dos.

Por eso Vegeta acepta su rol como parte del equipo de Goku con esmerada renuencia. A pesar de que se ha integrado por completo a ellos, lo hace siempre como el externo, como el antagonista. Lucha por los demás, pero es demasiado orgulloso para aceptarlo y por ello busca construir siempre en su entorno una narrativa de la desfachatez. La revancha eternamente pospuesta contra Goku es lo que le da legitimidad para poder ser parte del entorno de Goku. Vegeta es el gran héroe de Dragon Ball porque en el fondo nunca deja de ser un villano.

Dragon Ball puede no ser la historia más profunda de la televisión animada pero establece temáticas y personajes que no dejan de ser relevantes en el mundo actual. En el caso de los personajes, son Krilin, Piccolo y Vegeta los que dan un sentido de vigencia constante a Dragon Ball. En el caso de las temáticas hay dos.  La primera de ellas es la integración y la aceptación de la otredad; en toda instancia, los personajes luchan por defender algo que en teoría no es parte de ellos mismos. Lo sayajins defienden a los humanos, los humanos a los namekuseis, y namekuseis a los saiyajins. Goku y Vegeta son ajenos a la tierra pero acaban haciendo todo por defenderla. En Dragon Ball, las razas, las especies y los géneros se mezclan constantemente; los luchadores son hombres y mujeres con orígenes distintos, que anteponen sus similitudes a sus diferencias. La atención que Toriyama pone a la relación empática que tienen Goku y Gohan con los animales de la tierra demuestra que la lección de Dragon Ball no es ningún accidente; la integración y la construcción de un concepto de mundo donde todas sus piezas merecen validez parece estar al centro del pensamiento de la serie.

Esto se complementa con el otro gran mensaje de la serie; el perdón. Mientras que en la mayoría de las series los enemigos son abatidos; quizás por su entendimiento de la otredad, en Dragon Ball los enemigos son generalmente perdonados y ofrecidos una segunda oportunidad. En el fondo, Dragon Ball entiende “el mal” como un problema de aislamiento, que se cura con la integración. En un momento que define a la serie; Krilin tiene la posibilidad de acabar con la vida de Vegeta, en lugar de ello Goku le pide que lo deje ir; “déjalo ir, por favor, solamente te voy a pedir ese capricho,” Krillin lo interpela recordandole que Vegeta mató a sus amigos y a miles de seres humanos. “Sí, tienes toda la razón, es extraordinariamente fuerte, pero llegué a la conclusión de que no valdría la pena, yo sé que estoy mal, pero cúmpleme este capricho por favor.” implora Goku. Al igual que Piccolo, los androides, Buu, y hasta Freezer, Vegeta pasa de ser villano a ser héroe, insinuando que el bien y el mal están más entrelazados de lo que mucha de la cultura pop está dispuesta a aceptar. Al final, todo es una cuestión de perspectiva. Dragon Ball podrá no ser profunda, pero en pleno 2018 sigue siendo entretenida y sumamente relevante.

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