México nunca deja de sorprendernos. Pero resulta incongruente (porque las razones sí las conocemos) que con todas las riquezas naturales, culturales e históricas de un país como el nuestro, este no se encuentre en una posición mucho más privilegiada en cuanto a aspectos económicos a nivel mundial. Y la última prueba de esta ironía, se encuentra en Chichén Itzá.
En la noche del lunes 4 de marzo, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH, por sus siglas), dieron a conocer un hallazgo sin precedentes en la zona de Chichén Itzá, Yucatán. Resulta que un grupo de 14 investigadores, como parte del proyecto Gran Acuífero Maya, descubrieron un santuario subterráneo descrito como un “tesoro científico”. De acuerdo con Guillermo de Anda, líder de la investigación, se trata de una cueva con mucho material arqueológico de importancia.
El lugar es conocido como Balamkú, cuyo significado se asocia al dios jaguar. Se encuentra a 24 metros bajo tierra y al este de la pirámide de Kukulkán o El Castillo, como también se le conoce; es decir, a dos kilómetros de distancia, aproximadamente. Aquí encontraron siete ofrendas y cientos de artefactos incensarios con cosas que fueron quemadas como vasijas con semillas, huesos, conchas, jade y más alimentos. De acuerdo con de Anda, una cueva como Balamkú, es ideal para preservar objetos de cerámica.
Se desconoce la extensión de la cueva y los investigadores tan sólo han recorrido poco más de 450 metros, lo que se cree corresponde a una tercera parte, pero han sido suficientes para hablar de un descubrimiento de suma importancia. El espacio es pequeño y consiste en diversas cámaras conectadas por pasillos muy estrechos. Para recorrerlo, los investigadores tuvieron que acostarse y desplazarse con ayuda de los brazos en espacios que no exceden los 30 centímetros de altura, por ejemplo. Con estas características, el espacio fue descrito como “las entrañas de los dioses”. Los artefactos podrían pertenecer a dos periodos distintos de la historia que corresponden del 700 al 800 d.C. o 800 al 1000 d.C.
Todo indica, como platicaron los implicados en el proyecto Gran Acuífero Maya de Chichén Itzá, que Balamkú se trata de un espacio sagrado que pudo haber sido testigo de la presencia de Chaac, dios de la lluvia muy similar a Tláloc, la deidas tolteca que corresponde al agua. Sin embargo, se necesitan más pruebas para asegurarse de que esto fue cierto.
La cueva, en realidad, fue descubierta hace 50 años por pobladores de la región, pero la persona responsable de la investigación en esa época, decidió sellar la entrada con piedras y no hablar sobre el tema. Fue el año pasado que de Anda descubrió de nueva cuenta este santuario y todos sus tesoros.