Bryan Singer, aquel director infame de Bohemian Rhapsody, presentó en el 2000 la primera película de la franquicia de los X-Men. Antes de que Marvel comenzara a construir su imperio fílmico, fueron los mutantes los que sentaron las bases para el cine de superhéroes a gran escala, con una empatía hacia ciertos personajes centrales y el reconocimiento de ellos como un escape ficticio de la realidad.
A X-Men le siguieron otras dos películas; la segunda con un buen nivel, similar a la de la primera, y una segunda que simplemente no debió suceder. X-Men: The Last Stand de 2006, nos presentó una parte de la saga de Phoenix centrada en el personaje de Jean Grey, una mutante poderosa que ante una fuerza oscura, se convierte en un peligro para la humanidad y el universo entero. La película recibió críticas negativas, pero dejó una espina que se ha podido sacar, finalmente, este 2019 con la llegada de Dark Phoenix.
Después de X-Men: The Last Stand, las cosas dieron un salto con la trilogía enfocada en Wolverine. La primera cinta llegó hace 10 años exactos con un cierre en 2017 titulado Logan que podría ser difícil de superar: emocional, llena de acción, un poco de violencia (la necesaria) y la posibilidad de despedirse de un personaje que vimos en pantalla durante casi 17 años, interpretado de la mejor manera por Hugh Jackman. Entre esta trilogía y la primera, apareció una nueva etapa de los X-Men, una mirada fresca a los mutantes ya conocidos y otros tantos nuevos que le dio un giro a la franquicia.
X-Men: First Class arrancó en 2011 seguida de X-Men: Days of Future Past (la mejor, podemos decir) y un error al estilo de 2006 con X-Men: Apocalypse bajo la dirección, no hay sorpresa, del mismo Singer. ¿Qué podía seguir para esta enorme franquicia? Una “disculpa” para las audiencias con el regreso de Jean como personaje central en Dark Phoenix… o al menos eso queremos pensar.
Cuando pensamos en Dark Phoenix como una disculpa, no es para despreciar la película, pero la realidad es que no hay muchas maneras de interpretarla. La cinta nos presenta a Jean Grey, una joven mutante cuyo poder a veces resulta incontrolable, pero se mantiene en los límites en cuanto su objetivo de hacer el bien siga en mente. Charles Xavier, director de la escuela de mutantes, envía a sus equipo a una misión en el espacio para rescatar a un grupo de astronautas, quienes impactarán una fulguración solar que los mataría.
Jean, con su poder, salva al equipo y a sus amigos, pero absorbe ese supuesta fulguración solar que la hace aún más poderosa. Cuando regresa a la Tierra, simplemente su poder no tiene límites, pero con esa fuerza también llega su pasado y el rechazo de su propia familia a quien siempre ha sido considerado un “monstruo”. Jean, de este modo, cede ante su poder y comienza a destruir cosas, a provocar caos y a lastimar a quienes ama.
La primera parte de Dark Phoenix es un remake, tal cual, de X-Men: The Last Stand con algunos detalles que nada tienen que ver como la cura para dejar de ser mutante desarrollada por Warren Worthington II, dueño de Worthington Labs. Aquí, el twist se lo da la raza alienígena conocida como D’Bari, y a la cual pertenece el misterioso personaje de Jessica Chastain. Su planeta fue destruido, antes, por el Phoenix, y buscan un refugio en la Tierra pero no sin antes exterminar a los humanos, la raza más primitiva.
Visualmente, Dark Phoenix puede satisfacer a los espectadores acompañada de una interpretación de Sophie Turner como Jean Grey que se ajusta a sus necesidades: una chica asustada, dolida pero que al final reconoce su poder. Ella es el personaje central, pero la película en realidad se centra en las emociones y reacciones de los demás como la preocupación insistente de Cyclope, su pareja, la molestia justificada de Raven, el egocentrismo y vanidad de Charles Xavier y la furia de Magneto.
Y así, la película se justifica en sus personajes “secundarios”, que en realidad se apropian de una historia que no les corresponde. Dark Phoenix, similar a Captain America: Civil War en la que el equipo se separa, es una entrega más que muestra la relación de amor y odio entre Charles Xavier y Erik Lehnsherr, la cual sigue siendo entretenida mientras su ideología difiere. Y eso, en realidad, lo hemos visto desde hace 19 años.
Sin embargo, Dark Phoenix tiene sus puntos positivos, y es la oscuridad y nivel de intimidad que se maneja en la historia. Simon Kinberg, director de la cinta, potencia los elementos más trágicos de la historia de Jean Grey y provoca cierta empatía hacia el personaje, algo muy similar a Magneto, con quien comprendemos su furia y su fin, pero no sus medios. Si Dark Phoenix, fuera de la franquicia de los X-Men, es más una película de terror bien ejecutada que una entrega más dentro del mundo de superhéroes, y si la vemos así, entonces la podemos disfrutar aún más.
Hablamos de un nivel personal en la cinta porque a Kinberg no le dio miedo desechar a algunos protagonistas, y esto no suele suceder tan a menudo cuando una franquicia es tan exitosa como la de los X-Men. Las críticas han sido duras con Dark Phoenix, pero representa la continuidad de una historia que todavía nos satisface y que esperamos ver en otras entregas ahora que Disney se ha apropiado de su casa, 20th Century Fox. La saga de Phoenix no termina aquí, o al menos no debería. Lo único que pedimos es que la franquicia en general, no sólo la saga, sea más innovadora y tenga la capacidad de sorprendernos.