Bien o mal, hubo una larga lista de reconocidos directores que les tocó hacer cine después de las guerras. Unos comenzaron su trabajo fílmico después de la Primera Guerra Mundial, la más europea de todos los conflictos bélicos, cuando el cine apenas daba sus primeros grandes pasos como una forma de entretenimiento que podría dejar mucho dinero; cuando era mudo y los creadores estaban obligados concentrarse en el sentido más artístico y puro de la historia, pero aún más de la técnica; cuando el cine era más literario que visual.

Como mencionamos, algunos grandes directores comenzaron después de este periodo. Los mejores ejemplos son los cineastas que pertenecieron a la corriente del expresionismo alemán y, de paso, sentaron las bases para dos de los géneros más exitosos –comercialmente hablando– de la actualidad: el terror y la ciencia ficción. Robert Wiene con la presentación del terrorífico doctor Caligari en 1920, Friedrich Murnau con Nosferatu de 1922, o la llegada del vampiro al cine, y Fritz Lang con su Metrópolis y el significado de que el cine es sinónimo de magia. Ni qué decir de Charles Chaplin, la representación del cine de los 20 que lo convirtió en un elemento indiscutible de la cultura en todos sus niveles. 

Ellos, cineastas y actores, trabajaron con el peso de una consciencia que venía con olor a muerte y destrucción. Y todos ellos, del mismo modo, trabajaron con esos mismos elementos más de 20 años después con el fin de la Segunda Guerra Mundial en los 40, el evento bélico más catastrófico de todos los tiempos que afectó a casi todo el mundo, sobre todo a las naciones que se vieron involucradas. Así como la guerra utilizó al cine como un aliado propagandístico, los directores, ya firmada la supuesta paz, utilizaron las secuelas de la misma como una oportunidad, a la vez que un remedio, para presentar nuevas historias a los espectadores, culturas distintas y los conceptos de vida y muerte como formas “simples” de entretenimiento.

Alfred Hitchcock fue uno de esos que trabajó después de y con las dos guerras del siglo XX. Desde su entrada al cine en 1927 con El jardín del placer (rodada en 1925), el director británico de apenas 28 años, dio a conocer el estilo americano que lo marcaría en sus más de 50 filmes: los planos como una narrativa y la muerte como una forma sexual de presentar la psicología de los personajes. Es decir, el juego de la dualidad entre la vida y la muerte como el arte del suspenso que mantiene a las audiencias enganchadas y manipuladas. Las películas que le siguieron en su etapa muda como El inquilino y The Ring, seguidas de su entrada al cine sonoro en su país natal, demostraron que Hitchcock era más que un director, y en realidad se trataba de un autor obsesivo con cada uno de los detalles de su producción: el guión que no escribía (pero en realidad sí lo hacía) incluso con la vida privada de sus famosas e icónicas protagonistas rubias que aparecían en pantalla.

CuadroXCuadro: ’Vertigo’, la película más grande y completa de Hitchcock
James Stewart y Kim Novak en ‘Vertigo’.

Este último detalle, conocido en su exitosa etapa en Hollywood, se hizo cada vez más evidente conforme pasaba el tiempo. Cuando Grace Kelly se convirtió en su musa y colaboró con Hitchcock en tres de sus filmes, le dio paso al director para opinar sobre su vida privada, sobre todo cuando decidió casarse con Raniero III de Mónaco y dejar el cine para siempre. El segundo mayor ejemplo fue cuando preparaba la producción de Vertigo, (titulada en español como De entre los muertos) para su estreno en 1958. En un principio, Hitchcock quería que Vera Miles fuera la protagonista junto a James Stewart; sin embargo, la actriz anunció que no podía participar en el filme porque estaba embarazada del actor Gordon Scott. Hitchcock se enojó porque no podía controlar ese tema, y aún más cuando descubrió que el guión de su cinta era un desastre.

Con esto, buscó un guionista que antes de leer la novela en la que Vertigo está basada, hablara con él y comprendiera lo que veía. Así fue como llegó Samuel Taylor, el escritor perfecto que tradujo las palabras y visiones de Hitchcock, en un guión completo que dio paso a la mejor película del director y, sin duda, una de las cinco mejores de todos los tiempos. Con Taylor también llegó el nombre de Kim Novak, una mujer que no entraba en la categoría de Hitchcock, pero que por su sensualidad, podía funcionar en taquilla. Desde el primer momento en que Novak entró en pláticas, Hitchcock no quiso que formara parte de su cinta. ¿La razón? Solía opinar sobre su personaje llamado Madeleine, le dijo a la diseñadora Edith Head cómo debía lucir, no se quería pintar el cabello de rubio platinado, le respondía a Hitchcock y, además, no era una gran actriz. En pocas palabras, lo peor que le podía pasar a alguien acostumbrado a un sí sin preguntar.

CuadroXCuadro: ’Vertigo’, la película más grande y completa de Hitchcock
Hitchcock no tuvo una buena relación con Novak durante el rodaje de ‘Vertigo’.

Sin embargo, el resto es historia. Vertigo se convirtió en un enorme éxito comercial y puso a Hitchcock, una vez más, en la cima de Hollywood. Kim Novak se hizo aún más famosa a sus 26 años y James Stewart, en su cuarta colaboración con el director, se convirtió en el estereotipo del americano ejemplar. Sumado a todos estos detalles memorables, Vertigo también se convirtió en una de las cintas más aplaudidas, analizadas e icónicas de todos los tiempos, al grado de que en 2012, a casi 60 años de su estreno, fue nombrada como la mejor película de la historia… y las razones sobran.

Vertigo presenta la historia de Scottie, un detective que decide retirarse después de un episodio traumático mientras trabajaba: cuando él salta de un techo a otro y está a punto de caer, su compañero lo intenta ayudar, pero este cae y muere. Scottie, a partir de esto, desarrolla acrofobia o vértigo, ese miedo inexplicable a las alturas. Ya retirado, un amigo lo contacta para que siga a su esposa Madeleine, quien parece estar poseída por un antepasado que se suicidó. Este accede, comenzado así con una obsesión llena de intriga que aumenta con cada una de las acciones de la mujer, elegancia y belleza. Después de la aparente muerte de Madeleine, Scottie cae en la locura hasta que encuentra a Judy…

En Vertigo está el resumen del estilo y la esencia del Hitchcock de antes y después. Hay un crimen, la posibilidad de descubrir la verdad, el detalle policiaco, relaciones llevadas a través de la pasión desmesurada, una rubia, personajes trastornados por algún evento y suspenso, este último detalle asociado también a su narrativa llevada por el color, las secuencias y la fotografía. Vertigo es, sin duda, una verdadera obra fílmica en cada uno de los aspectos que la componen.

La música habla por sí misma. El trabajo de Bernard Herrmann en la canción que introduce al filme, es el ejemplo perfecto de cómo el efecto sonoro sube o baja la emoción del espectador en cuanto a la historia. Si la música no es tan magnífica como lo que estamos viendo, entonces la parte visual también pierde sentido. Herrmann, al igual que Taylor, tradujo en sonidos lo que Hitchcock veía, y el resultado fue uno de los mejores scores y una de las colaboraciones más honestas en la industria. Ya mencionamos también el guión de Taylor: hay ciertas incongruencias en algunas de las escenas, pero estas precisamente reflejan el sentimiento de un individuo (nunca es lineal); la sexualidad es llevada a su máximo nivel con inocencia y apego; y todo sin dejar un momento el reconocido suspenso de Hitchcock.

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El color verde representó en todo el filme al personaje de Madeleine y Judy, llevado por Novak.

Todos los que han leído D’entre les morts de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, novela en la que se basó el filme, coincide en que la película es mucho más emocionante que el libro, cosa que pocas veces sucede en el mundo de las adaptaciones. Hitchcock tomó una historia interesante por sí misma, con su final sorpresivo, y le agregó su toque personal: nos contó el verdadero secreto del filme antes y aún así nos sorprendió.

Sin embargo, lo más impresionante de todo es la filmografía y técnica. Hay varias innovaciones dentro de Vertigo como la maravillosa escena en la que los “enamorados” se besan en el hotel, y cuando él abre los ojos, están en la caballeriza española. ¿Cómo Hitchcock fue capaz de situar al espectador en el mismo espacio que los dos personajes? Sin entrar en más detalles, había un set circular, un disco giratorio sobre el que estaban los actores y una cámara que dio vuelta 360 grados. Ni qué decir de las pesadillas de Scottie con una animación que parece romper con todo, pero en realidad es necesario.

Hitchcock siempre había sido consciente del peso de sus actores en un personaje en específico. Como dijimos, Novak no era la típica rubia del director y no era tan buena actriz, pero fue perfecta para interpretar a una fría y silenciosa Madeleine para dar paso a un personaje más común y vulgar como Judy. Esto se dio también gracias al vestuario y el trabajo de Head en el diseño. ¿La razón? Si se mira con atención Vertigo, los colores son el reflejo de la personalidad y las emociones de los personajes principales. La confidente de Scottie utiliza amarillo en su ropa, muebles y paredes de su casa mientras Madeleine y Scottie son representados y perseguidos por el verde y rojo, respectivamente.

En la icónica escena en la que Scottie conoce al objeto de su deseo y obsesión, el cuarto es rojo brillante, como si fuera una señal de alerta, y el vestido de Madeleine es verde. Esta es la primera señal del final trágico, pero feliz. Cuando los dos personajes hablan por primera vez, él trae un suéter verde y ella se pone una bata roja, sus colores contrarios. Las pesadillas de Scottie son principalmente rojas y cuando Madeleine sale del baño como si se trata de un sueño, está difuminada en color verde. Este es, quizá, el gran punto a estudiar de Vertigo y la capacidad de Hitchcock, nuevamente, de manipular a las audiencias y anticipar a un final que, por primera vez, nos deja satisfechos a todos. De este modo, la verdadera pregunta no es si Judy en realidad es Madeleine, sino cómo va a reaccionar el hombre obsesionado cuando lo descubra…

Vertigo es el escenario de la eterna lucha de las dualidades: tiene vida y muerte, amor y desprecio, victoria y tragedia, sensibilidad y mecanismo, suspenso y sorpresa… la terrible intriga de cómo un héroe temeroso y enamorado, busca recrear la imagen de una mujer muerta en una que está viva, cómo busca besar y dormir con el fantasma falso de alguien más. Y así, con Vertigo y un asesinato más en su historial, Alfred Hitchcock se convirtió en una especie de poeta maldito que encontró profunda belleza en un caso de aparente necrofilia.

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En 2017 entré a Sopitas.com donde soy Coordinadora de SopitasFM. Escribo de música y me toca ir a conciertos y festivales. Pero lo que más me gusta es hablar y recomendar series y películas de todos...

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