La producción fílmica de Hong Kong creció a mediados de la década de los 80 cuando definieron el cine de acción con las artes marciales como una forma alternativa de reducir el impacto de la violencia american nacida del western y los blockbusters al estilo de Die Hard. La acción y la violencia dejó un espacio considerable para que algunos directores pudieran explorar historias y géneros muy alejados de Shaolin Temple, por ejemplo, para dar paso a dramas amorosos y películas eróticas (y elegantes).

Así es como nació Wong Kar-wai en 1988 con As Tears Go By para dar paso a su segundo filme, y el cual marcó su estilo profundo, elegante y siempre erótico: Days of Being Wild de 1990 protagonizada por Leslie Cheung, Maggie Cheung y Carina Lau, colaboradores constantes del director hongkonés, sobre todo el primero, quien encontró un destino trágico cuando decidió quitarse la vida, dejando atrás la imagen del primer ícono homosexual de China.

Days of Being Wild nos presenta a Yuddy, un joven atractivo que descubre que la mujer que lo cuidó, una prostituta (Tita Muñoz), no es su madre. Cuando quiere saber quién fue la que le dio la vida, ésta se niega a decirle, desatando no una crisis existencial en la vida de Yuddy, pero sí un sentimiento que domina todo su entorno y termina con sus relaciones. Y así es como conoce a las dos mujeres que marcan su vida: So Lai-Chun, quien trabaja en un estadio, y Mimi, una bailarina extrovertida. Ambas se enamoran de Yuddy en el momento equivocado.

Cuando conoce a So Lai-Chun y Mimi, cada una con una perspectiva muy distinta del amor, las envuelve en este mismo círculo: el de la intriga y el no saber cómo es que se debe amar a pesar de no existir una respuesta o método correcto. Days of Being Wild nos muestra a una So Lai-Chun reservada que comparte diálogos con Yuddy muy al estilo de las comedias románticas de Hollywood. “Mira mi reloj”, le dice él aproximándose a ella. “De ahora en adelante, somos amigos de un minuto, como para sentenciar el espacio de la relación y las ganas que, posteriormente, le dan a ellas de aumentar el tiempo con él.

El punto más alto de la película es cuando las dos amantes descubren que tiene una relación con la otra. Eventualmente, dentro de un círculo de autosufrimiento, Yuddy las deja a las dos. En un enfrentamiento, Lai-Chun le dice a Mimi que las ha dejado a ambas, que nunca amó a una más que otra, y que esa es su tendencia: tratar mal a las mujeres, dejando claro que se trata de un problema, que entra en el cuadro del complejo de Edipo, que se potencia a raíz de no conocer a su madre biológica y la educación que le dio una exprostituta.

Yuddy permite que se enamoren y la deja competir por su tiempo, pero no por su amor. Él, de este modo, se pone en una posición superior frente a ellas al creer que podría decidir entre una u otra, pero se juega chueco a sí mismo y queda solo. Ambas protagonistas, en situaciones separadas, enamoran a un hombre. Lai-Chun a un policía con quien protagoniza caminatas nocturnas (algo que se repite, por ejemplo en su cinta de 2000) en las que le platica sus problemas amorosos mientras Mimi enamora al mejor amigo de Yuddy llamado Zeb.

Finalmente, Yuddy, interpretado con calma por Leslie Cheung, sale del mapa cuando descubre quién es su verdadera madre y se va a las Filipinas para alcanzarla, o al menos intentar obtener respuestas a preguntas que ni siquiera ha elaborado. Pero en realidad, se va y deja un síntoma desolador entre sus conocidos y sus dos amantes.

Esta película representó la primera colaboración entre Wong Kar-wai y el cinefotógrafo Christopher Doyle, quien ha trabajo con él en sus películas más destacadas como In The Mood For Love. En Days of Being Wild, hay un tono que predomina y el verde para demostrar a las audiencias que el protagonista se encuentra del lado contrario. Es decir, no en un estado de armonía relacionado con la percepción de la vida, sino en debate con sí mismo sobre su origen y su capacidad para amar.

Sin embargo, estamos hablando de una película de Wong Kar-wai, alguien que siempre ha prestado más atención a la narrativa visual y sonora de sus producciones, que a la historia misma. Sí, podrá tratarse de un drama amoroso en el que se involucran tres agentes, incluso más, algo que ya conocemos de sobra hasta en las comedias románticas propias de la industria hollywoodense. Pero del otro lado, estamos hablando de un oda visual en la que nos presentó sus escenas en cámara lenta y la exaltación de los colores como un diálogo más de los personajes principales.

Days of Being Wild marcó el sello de Wong Kar-wai y lo puso por encima de otros directores del país. Sin embargo, fue un rotundo fracaso en la taquilla, dejando de lado la idea del cineasta de hacer una segunda parte, pero con la oportunidad de explorar su poder visual con grandes cintas como Chungking Express, Happy Together y su obra más aplaudida, In The Mood for Love. Las audiencias en diciembre de 1990, cuando se proyectó por primera vez, no estaba lista para este tipo de narrativa que aparta la historia a un segundo plano, para darle importancia a la mezcla de colores, texturas y sonidos que construyen la mayor parte del filme y la decadencia del mismo.

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