Hace casi tres años, la industria del entretenimiento sufrió un fuerte golpe. Pero este no en la parte visible, la que todos conocíamos desde afuera como el glamour de las alfombras rojas, sino en su estructura, la cual determina la forma y el momento en que todo lo demás llega a nosotros. Harvey Weinstein, el productor de exitosos filmes, aquel hombre que construyó la carrera de muchos personajes como Quentin Tarantino, había violentado los derechos de cientos de mujeres, entre ellas actrices, directoras, maquillistas y cualquiera que se quisiera involucrar en la industria.
Durante un aproximado de 20 años, Weinstein en una situación de poder, cometió una serie de crímenes sexuales que se mantuvieron en silencio hasta que un reportaje del New York Times reveló toda la verdad. Ese fue el principio del fin del productor y muchos otros hombres que aprovecharon su situación de poder para abusar de mujeres. Seguido de Weinstein cayó Kevin Spacey, uno de los actores más queridos y respetados, ganador de dos premios Oscar que también sobresalió en la producción y dirección. El drama de Netflix, House of Cards, le presentó a las nuevas audiencias un gran actor que representó toda una época con grandes filmes como Se7en, The Usual Suspects, L.A. Confidential, Pay It Forward y American Beauty, quizá la película por la que más se le recuerda.
Kevin Spacey fue acusado de intentar abusar de un menor de edad en 1986. La víctima fue Anthony Rapp, quien en el momento tenía 14 años. Spacey respondió declarándose homosexual, a lo cual le siguió una bomba de acusaciones de varios hombres que fueron acosados por el actor durante muchos años. Ese fue el fin de Spacey como actor y figura pública. Sin embargo, es un tema muy similar al de Woody Allen. El icónico director fue acusado de abusar sexualmente de su hija Dylan, la cual adoptó junto a la actriz Mia Farrow. Durante años, el caso se mantuvo en el aire, pero la llegada de movimientos de denuncia e igualdad de género como Time’s Up y #MeToo, señalaron de forma directa a Allen y su carrera, en menos de un año, se cayó en pedazos. Lo mismo sucede con Roman Polanski.
Pero esas acusaciones, terribles en caso de ser ciertas, no deberían afectar nuestra visión de su trabajo, ¿o sí? ¿Acaso son la revelación de su persona sus obras fílmicas pierden valor o veracidad? La respuesta es un no. El trabajo de Kevin Spacey como actor, al menos el que ya conocemos, no debe perder su valor y uno de esos es el de American Beauty de Sam Mendes, cinta que en el 2000 se llevó el Oscar a Mejor Película y otro galardón para Spacey por su actuación en el rol principal.
American Beauty sigue la historia de Lester, un hombre de clase media con una esposa y una hija. Su vida es miserable al menos desde su percepción de las cosas. No se lleva bien con su esposa, una perfeccionista dedicada a los bienes raíces que tiene una aventura con su jefe. Tampoco se lleva con su hija, una adolescente poco sociable que no suele establecer relaciones estables. Y así, entre dos mujeres que apenas si lo toleran, Lester encuentra un motivo para ser feliz, o al menos intentar serlo al conocer a Angela. Ella es amiga de su hija, pero a diferencia de esta, es un ser social, extrovertido que pertenece al equipo de porristas, pero sobre todo, que habla abiertamente de sus experiencias sexuales.
El momento en que se conocen, es el punto de quiebre para Lester, o al menos eso creemos cuando el personaje principal renuncia a su aburrido trabajo, fuma marihuana, desafía el orden de su esposa y comienza a hacer ejercicio, y todo con la promesa de Angela. Sin embargo, eso está muy lejos de convertirse en el agente de cambio de nuestro personaje, pues eso se da al final, tal cual, de su vida.
American Beauty, fue el debut como director de Mendes, el cual fue escrito por Alan Ball, y en el que se hace una crítica de la clase media de América y su insistencia para apegarse al modelo del sueño americano. Lester y su esposa Carolyn, interpretada por Annette Bening, son la imagen del materialismo y/o consumismo, así como la búsqueda a conciencia de la satisfacción personal (el único momento de placer del protagonista es cuando se masturba en la regadera). Por otro lado, su hija Jane y Ricky, el vecino obsesionado con filmar todo, son la encarnación del voyeurismo presente en la vida de todos en atención a la vida de los demás. “¿Quieres que lo mate por ti?”, le pregunta Ricky cuando ella habla de su padre y de cómo alguien debería acabar con su sufrimiento.
Otro ejemplo es cuando Jane habla de operarse los senos a pesar de no necesitarlo mientras Ricky permanece alerta a cualquier cosa que pueda ser filmada y conservada en una memoria que no es la nuestra. De aquí la icónica escena en la que la pareja ve el video de una bolsa moverse con el viento. “Ese fue el día en que me di cuenta que había una vida entera detrás de las cosas… no hay razón para tener miedo nunca… A veces hay tanta belleza en el mundo. Siento que no la aguanto”.
Por último está Angela, la amiga de Jane y el interés sexual de Lester. Ella protagoniza las partes más eróticas del filme, las cuales podrían guardar cierta ironía si se considera el modelo familiar que se quiere establecer, apegado a una serie de valores que nunca fueron válidos y mucho menos orgánicos. Angela también es el personaje que revela el sentido poético de la película, expresado de mil formas a través de sus imágenes (patrocinadas por Conrad L. Hall) y una escena en particular en la que se habla solamente con metáforas: las rosas que salen del pecho de Angela para inundar su casa, cuerpo y una tina. Su presencia desencadena, como hemos mencionado, toda la destrucción de su vida destructiva, irónicamente, para dar paso a la muerte y el momento en el cual se da cuenta que ella no era el cambio en su vida, sino la vuelta al pasado.
American Beauty es una película inteligente y poética en el sentido más estricto de la palabra. Es una forma de desencadenar una crítica propia a través de personajes que no vemos a menudo, pero sabemos existen. Esta cinta es más que una burla sistemática a la vida de los suburbios, a la esposa perfecta en busca del hogar perfecto, el esposo trabajador que se despide con un beso y los hijos que permanecen apegados a ellos hasta el fin de sus días. American Beauty es, sobre todas las cosas, un espejo íntimo de lo que ocurre en la vida de muchos en mayor o menor medida. ¿Quién no se ha sentido como un prisionero en su trabajo o se ha sentido atraído por algo que es prohibido? Parecen conceptos sencillos, pero no lo son.
American Beauty llegó a romper el estereotipo de familia modelo, pero también el de una familia disfuncional para dar paso a una reflexión que llega, como mencionamos, cuando todo se termina. Desde que empieza la película y Lester se presenta, sabemos que va a morir. Desconocemos la forma y el momento, pero es una historia que cuenta desde otro lugar, quizá al mismo al que pertenece la bolsa que “baila” con el viento, al de una indiscutible belleza y estado de paz que sólo se puede alcanzar cuando no hay nada que perder.
American Beauty está disponible en Amazon Prime.