¡Yo soy más hombre que tú y más mujer que tu chingada madre, wey!”. Esa fue la primera mentada de madre del cine mexicano, cortesía de la señora Carmen Salinas Lozano para la película Tívoli de Alberto Isaac en 1974, década que vio nacer y también caer el famoso, sucio e infame cine de ficheras

Pero, ¿de dónde surgen las ficheras, cuáles son las cualidades fílmicas de estas películas y por qué es considerado por muchos como la máxima decadencia del cine mexicano?

Origen

El nacimiento del cine de ficheras, llamadas así por las fichas que se utilizaban dentro de los primeros cabarets de la Ciudad de México, está ligado al cine de rumberas de la época de oro en México. Estas figuras femeninas nacidas en la década de los 30, dieron paso a que las ficheras surgieran como un icono de la cultura popular en los 70 y un símbolo de la sexualidad femenina. 

De este modo, María Antonieta Pons, Meche Barba y Ninón Sevilla, bajo la dirección de grandes autores como el “Indio” Fernández, Luis Buñuel y Juan Orol, se convirtieron en la base para presentar a Sasha Montenegro, Olga Breeskin, Lyn May y cualquier otra vedette de la época. ¿La razón? Ambas figuras resguardan la presencia de una mujer que explota su sensualidad y sexualidad a través de la belleza, el baile y el sexo. 

Ninón Sevilla en ‘Aventura en Río’ de 1949. / Getty Images

Características

En 1975 se estrenó Bellas de noche de Miguel M. Delgado, inaugurando el cine de ficheras de manera oficial, y el cual reunió miles de personas que querían ver desnudos frontales como nunca antes se habían presentado. Las películas de ficheras fueron una adaptación de algunas obras teatrales de los 60 que dieron paso a títulos como Bikinis y rock; Tívoli; Las ficheras; Noches de cabaret; La vida difícil de una mujer fácil; o Muñecas de medianoche, quizá las más representativas de la época antes de que siguieran su curso, nos atrevemos a decir, peor en los 80 y hasta los 90.

Las rumberas fueron artistas internacionales de alto nivel, mientras las protagonistas de las ficheras se caracterizaban por ser vedettes o prostitutas –porque no siempre son lo mismo. La enorme diferencia entre estas dos figuras es que las segundas, acorde a la época y las necesidades de la sociedad, tuvieron más facilidades para explotar un desnudo total y las palabrotas…

Las vedettes, la imagen principal del cine de ficheras, fueron artistas del teatro, cabaret, televisión y cine que construyeron la imagen de la sexualidad femenina y rompieron con la mujer delicada y frágil de una década anterior. 

La fichera, le guste a los críticos o no, formó parte de un movimiento de liberación femenina –no siempre en derechos, sino en el goce de la sexualidad– que se refleja en el futuro de su cine en las sexicomedias ochenteras como Sólo para damas del 81 de Fernando Durán Rojas.

Sasha Montenegro como la prostituta Violeta en ‘La vida difícil de una mujer fácil’.

Toda esta liberación sexual nos lleva al segundo punto: la vulgaridad, el cine de albur y el erotismo inspirado en las comedias eróticas italianas abanderadas por Laura Antonelli. “El respeto a la esquina ajena es la paz” (La vida difícil de una mujer fácil, 1975), le dice una prostituta a otra…

Si el cine de ficheras se diferencia de cualquier otro, es por el lenguaje coloquial marcado por el albur: “Préstame tus biberones para acabarme de criar”. Y también las groserías como aquella primera mentada de madre en el 74. Las ficheras siguen una historia muy simple que no pone a los espectadores a pensar, sino a divertirse y, por qué no, excitarse. 

¿Decadencia o entretenimiento?

Esta cualidad ha puesto en duda el estatus “artístico” dentro de la historia de nuestro cine; sin embargo, ¿el séptimo arte no se trata de representar las distintas realidades de una misma sociedad? El cine de la década de los 60 y gran parte de los 70, se comprometió con el discurso político y social, dando como resultado filmes crudos y realistas como El castillo de la pureza de 1972 del gran director Arturo Ripstein; o la trilogía de Felipe Cazals que arranca con Canoa, Las poquianchis El apando, tomando como base con la obra homónima de José Revueltas. 

Y no estuvo de más. El cine de Ripstein y Cazals, llamado Nuevo Cine Mexicano, reflejó a la sociedad en decadencia como una forma de analizar su realidad. Después de 1968, con la memoria de Tlatelolco todavía fresca en el imaginario de las víctimas y las generaciones más jóvenes, los mexicanos necesitaban dos cosas: cine político y cine popular. Las ficheras con sus desnudos sin sentido y exagerados, se convirtieron en el reflejo de una sociedad que ponía la picardía, los albures y el cabaret, como sus más grandes representantes.

CuadroXCuadro: ‘El apando' de Cazals y el cine mexicano en servicio de la cruda realidad
‘Canoa’ / Cortesía de IMCINE (Vía Cine PREMIERE).

Carlos Monsiváis, amante del cine, decía que si se trata de pasarla bien –haciendo referencia directa a Mario Moreno y el nacimiento de su personaje bajo una carpa improvisada–, los espectáculos dejan de ser buenos o malos y se convierten en arte a la medida del bolsillo. El cine de ficheras con Sasha Montenegro teniendo sexo en una carnicería y Lyn May sentada con pezoneras en un escritorio, eran la forma en que México se divertía en el cine… era su espectáculo. 

La ironía

Bajo la gestión de Luis Echeverría (1970-1976), el cine vio una de sus momentos más grandes y productivos con más de 800 películas entre 1970 y 1979, y en los primeros seis, un total de 532 producciones (Cine Mexicano del 70: La década prodigiosa. Polanco, Fabián. 2016). La época de oro del cine mexicano, vio una de sus periodos más productivos, pero al mismo tiempo más cerrados con unos cuantos directores en las listas.

Los 70 y Echeverría, en cambio, dejaron entrar a todos los cineastas con sus historias, quienes trabajaron con el apoyo económico del gobierno hasta la llegada de José López Portillo y el desprecio por las ficheras en la labor de recuperar la gloria de una época pasada. Aún más irónico, pues, cuando pensamos en esa criticada relación entre Portillo con Sasha Montenegro que culminó en un matrimonio. 

Lyn May en ‘Noches de caabret’ en 1978.

Rodolfo Landa, hermano de Echeverría, fue el encargado de recuperar el cine nacional después de la caída de la época de oro. Con él renacieron y se reconstruyeron el Banco Nacional Cinematográfico, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas; se llevó a cabo la inauguración de la Cineteca Nacional en el 74 sumada a la llegada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) un año después.

En otras palabras, una década que cimentó las instituciones cinematográficas más importantes de México, pero al mismo tiempo, una época que vio nacer decenas de producciones de poca calidad, pero con un éxito “taquillero” que nunca antes se había visto.

Cineteca Nacional cumple 45 años de resguardar lo mejor del mundo del cine
Fachada / Foto: Cineteca Nacional

El cine de ficheras representó el México que nadie quería ver, a ese mexicano vulgar y alburero que va al cabaret. Podrá estar mal hecho, mal escrito y mal actuado, pero no dejó ni dejará de ser una mera forma de entretenimiento que reflejó, al mismo tiempo, las necesidades más inmediatas de una sociedad que traía cargando el peso político y social de una noche… y no de cabaret.  

Si quieres escuchar la pieza que armamos sobre el cine de ficheras para #SopitasXAireLibre, acá se los dejamos:

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En 2017 entré a Sopitas.com donde soy Coordinadora de SopitasFM. Escribo de música y me toca ir a conciertos y festivales. Pero lo que más me gusta es hablar y recomendar series y películas de todos...

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