Después de un año de ausencia, por fin está de regreso el Festival de Cannes en su edición 74. Los organizadores rompieron con su tradicional mayo, y movieron las actividades para julio procurando que todo se hiciera de manera presencial. Así que de este 6 hasta el 17 de julio, se arranca la temporada oficial de cine y premiaciones para el año.
Entre el line up (AQUÍ completo) que compite en Cannes o fuera de competencia, hay una variedad impresionante que apunta a una fuerte presencia femenina. En la Selección oficial hay cuatro directoras que pelean la Palma de Oro de 24 filmes en competencia. Una barbaridad aún, pero también, este año vienen fuertes con títulos como Bergman Island de Mia Hansen-Løve; Titane de Julia Ducournau; The Divide de Catherine Corsini; y The Story of My Wife de Ildikó Enyedi.
En la “segunda” competencia más importante de Cannes, también hay mujeres que pelean por el galardón con cintas extraordinarias. Entre ellas está la mexicana Tatiana Huezo con Noche de fuego, su primera ficción que participa en Un certain regard. Así que tuvimos la oportunidad de platicar con ella sobre este filme y la impresionante historia que presenta.
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Entre historias que parecen ficciones
Lo hemos dicho por acá en otras ocasiones: no hay ficción que supere la realidad o las múltiples realidades (de un país como México). La tradición del cine documental en Latinoamérica, pero sobre todo en nuestro país, ha servido para presentar las distintas problemáticas sociales como la violencia, la falta de justicia, la migración, la presencia del narco. Sino también la idiosincracia de un país que resiste a todo esto y más.
Uno de los mejores documentales de la década pasada, sin duda, es Tempestad de Tatiana Huezo, el cual engloba estos dos puntos: el nivel social y personal, las dos caras de la una misma historia que se refleja en la unión del testimonio de dos mujeres, una acusada injustamente de tráfico de personas y una madre que busca a su hija desaparecida.
Es una película dolorosa, sin duda, al ser un retrato de la realidad de cada vez más mexican@s que desaparecen, que buscan, que son víctimas colaterales de la violencia ejercida por el crimen organizado, por la falta de justicia, la corrupción de las instituciones y todo eso que impera en el país. El cine documental no nos permite olvidar lo que hemos permitido y lo que no está en nuestras manos.
Sin embargo, es justo decirlo, las ficciones permiten, de alguna manera, crear personajes con los que las audiencias más se pueden entender porque es muy doloroso reconocer aquellas historias de un filme documental, existen y coexisten con nuestra realidad. Una ficción, entonces, nos ofrece la comodidad de saber que hay algo mal sin olvidar que el caso específico es ficticio.
Dicho esto, Tatiana Huezo es una gran documentalista, y teniendo historias brutales que bien pudieron convertirse en ficción, apostó a lo que vemos en Noche de fuego, su primera ficción. ¿La pregunta es por qué decidió dar el salto?
Todas las historias son posibles universos para convertirse en ficción. Cualquier documental, cualquier historia, lo que pasa en tu vida, en tu casa, la de tu vecino… Pienso que mientras haya un ser humano al que le suceda algo, ahí hay una posible historia, ya sea para documental o para ficción.
Nunca realmente me planteé si era ficción o documental una película u otra, llegaron de diferente forma a mi vida y bueno, ‘Tempestad’, ya he contado mucho sobre esa película, pero es una historia que llegó a mi vida de una forma muy brutal, muy repentina y había una voz y un silencio que romper ahí.
Había que plantear todo este miedo que habían sembrado en el personaje principal y era evidente que era una película documental. Para mí, las películas son lo mismo, sinceramente, el reto entre una película documental o una de ficción, el reto, es exactamente el mismo: poder trasladar una experiencia humana a la pantalla, con fuerza, con emoción, con personajes complejos con los que puedas caminar.
En ese sentido, tanto el documental como la ficción, son viajes poderosos sensoriales en los que tú puedas echarte un clavado, y volar, y sentir.
Noche de fuego, la primera ficción de Huezo
Entre ficciones y documentales, en México, hay una cercanía aterradora. Lo comentamos hace rato. La realidad del país parece una ficción y la supera constantemente mientras nos acercamos a ellas. Tatiana ve en cualquier historia humana, el potencial para llevarse a la pantalla en el formato que sea necesario.
Pero también representa un reto en cuanto a sus elementos técnicos, artísticos, y hasta sociales. En las ficciones se asume el poder de la creatividad, pero respetando la realidad de quienes permitieron que su historia fuera contada.
Hace mucho tiempo que tenía ganas de aventurarme en un nuevo reto. En mi camino, siento que las películas documentales que he hecho tienen muchos mecanismos narrativos que tienen que ver con la ficción: sólo poner en escena muchos momentos de la vida de los personajes, trabajo en estructura dramática, en dónde ubico el corazón de la historia antes de rodar la película.
Hasta ahora no he podido hacerlo de otra manera. De alguna forma, tenía una enorme necesidad de llevarnos lejos, toda mi búsqueda, todo lo que yo había experimentado en el documental, este tratamiento estético, narrativo y formal de las películas, quería llevarlo más lejos. Y no es que tampoco yo buscara ‘Sí, ahora sigue una ficción’. No. Igual que ‘Tempestad’, igual que la película anterior, llegó a mi vida de una forma repentina con la propuesta de Nicolás.
*Nicolás Celis es uno de los productores de Noche de fuego.
Llegó un día y me dijo… Estaba haciendo una investigación en ese momento para una nueva película documental que se ubicaba en el universo de la infancia y de la adolescencia. Estaba indagando qué significa crecer en parte porque soy madre de una niña de 9 años que cada día cambia y a la que le están sucediendo muchas cosas.
En medio de ese proceso, llegó un día Nicolás y me dijo ‘Quiero que leas este libro, a ver qué te parece, dime si te gusta’. Y buen, llegó a mis manos el libro de ‘Ladydi’, es el título en español de Jennifer Clement. Me lo devoré en tres días, me cautivaron los personajes, sobretodo en el contexto en el que crecen. Cómo los personajes se dan cuenta de lo que implica ser mujer, ser niña, en un contexto violento como el de la novela o como el que hay en cualquier pueblo de México, ¿no?
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Prayers of the Stolen
En 2012, Jennifer Clement, publicó Prayers of the Stolen. La escritora venía de liderar durante tres años PEN México, parte de una organización internacional creada por escritor@s para promover la literatura con un enfoque social. Clement se enfocó en el eje de la violencia, sobre todo hacia la labor periodística dentro de la conocida “guerra contra el narcotráfico”.
El mismo año en que dejó PEN en el país, lanzó una de sus novelas más importantes, cuyo título en español es Ladydi y sigue a un grupo de niñas y mujeres que sobreviven a las distintas expresiones de violencia en las montañas de Guerrero. Pero no sólo la violencia inherente del narco, sino aquella que surge por la apropiación de l@s cuerp@s de las mujeres.
Justamente cuando Huezo se encontraba en investigando el contexto de las infancias y adolescencias que viven en medio de la violencia, llegó una novela que revela las circunstancias específicas de los pueblos en los que no hay hombres y las mujeres permanecen vulnerables: cavan hoyos en las milpas para esconderse de sus agresores.
La novela se ubica en la montaña de Guerrero marcada por la siembra de amapola y todo lo que esto implica. Cuando le dije mis impresiones, Nicolás me soltó de buenas a primeras ‘Quiero que hagas el guion de este libro, el guion cinematográfico, y quiero que dirijas esta película’. Y pues sí, me volteó de cabeza lo que estaba haciendo en ese momento y me emocionó muchísimo la posibilidad de un nuevo reto en mi camino.
Necesitaba ir más allá de lo que estaba ya haciendo y fue perfecto. Me acuerdo que lo único que le pedí fue que me permitiera tener libertad creativa en todos los niveles. Quería aproximarme a esta historia desde mi propia experiencia como madre de una niña que está creciendo, de poder sumergirme en este universo, desde también mirar hacia atrás a mi propia infancia, a la magia, a la soledad, al no entender a veces el mundo.
Toda esa mirada que hay en la infancia, y él me dijo que llevara la novela a donde yo necesitara llevarla. Yo también necesitaba poner mi propio, sí, mi punto de vista personal sobre México y sobre lo que estamos viviendo en este país. Esa fue digamos la tierra arada en donde comenzó a crecer este proyecto, Nico respaldándome y diciéndome que en pocas palabras hiciera lo que yo necesitara hacer para encarar este proyecto.
Víctimas del pasado y del futuro
Hay muchas historias en Noche de fuego y nos aventuramos a mencionar algunas. Primero, cómo se pierde la oportunidad de buscar la feminidad, aquellas acciones inocentes de una niña que quiere imitar a su madre pintándose la boca. Segundo, las infancias perdidas (en general) en un contexto de violencia donde no hay cabida para la inocencia.
En tercer lugar mencionamos la existencia poco registrada de los lugares donde no hay hombres, cuya ausencia apunta a distintas razones como la migración, su unión –forzada– a las células criminales, y la violencia misma que extermina.
También está la violencia contra las niñas y mujeres por razones de género, apuntando directamente a la que ejerce el crimen organizado. Y por último, pero no menos importante, sino todo lo contrario, la supervivencia y los mecanismos de defensa.
Sí, creo que tiene muchas aristas la película y que va a tener muchas interpretaciones, y eso es fascinante para mí en el cine, eso es lo que hace deliciosa a una película, ¿no? Poder tener una diversidad de impresiones, sensaciones, es una película muy sensorial también, muy visual, sonora, llena de mucha magia que habita en el mundo de estas niñas que son refugio frente a este entorno violento.
Pienso que esa magia y que esa mirada limpia y honesta frente a la violencia, digamos no en comparación sino en contrapunto con el silencio y la inmovilidad del mundo adulto. Siento que es uno de los corazones de esta película. Esa mirada honesta que se tiene en esa época de la vida, en donde hay una rebeldía innata, un cuestionamiento en donde tú miras el mundo con una lógica muy pura y muy honesta.
Siento que eso permea toda la historia y para mí es uno de los puntos angulares del guion y de la película. Tal vez otro sería cómo estas niñas se dan cuenta de lo que significa ser niñas o ser mujeres en un contexto violento, lo que implica, lo que tienen que asumir y contra lo que tienen que pelear.
La condición femenina
Una de las películas más impresionantes de los últimos años es Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón. Ambientada cerca del desierto de Sonora, aquí conocemos a Huck, una niña de no más de 10 años que vive con su padre, un adicto que cuida un campo de béisbol a disposición de un grupo de sicarios.
La madre y hermana de Huck están desaparecidas como la mayoría de las mujeres y adolescentes de la zona, las cuales son secuestradas por los grupos criminales. Para evitar que Huck corra la misma suerte, su padre decide ocultar su rostro detrás de una máscara para evitar que la identifiquen y se la lleven.
La premisa es brutal y aterradora. Casos muy específicos de supervivencia en México como la que se ve, también, en Noche de fuego, y que están íntimamente relacionados con la discriminación, el racismo y la vulnerabilidad que esto implica. Medidas radicales para sobrevivir en un ambiente hostil y que al mismo tiempo apuntan a una historia universal
Pero en realidad, ser mujer es sobrevivir. Todas adoptamos medidas ya normalizadas para evitar la violencia. No te vistes de cierta. manera, ni sales a ciertas horas y evitas lugares; no sonríes, no respondes y aprendes a detectar situaciones de peligro.
Películas como Noche de fuego, entonces, nos ayuda a reconocernos, a tod@s, en esas circunstancias de violencia, pero también aceptar que hay situaciones que nos siguen superando, que desconocemos al no vivir en la sierra, ni en las montañas, ni encontrar nuestras casas a un lado de un campo de amapola. La pregunta es, ¿cómo retratar víctimas del pasado y del futuro?
Sí, hay todo este universo que rodea la condición femenina, todo esto que ya mencionaste, efectivamente, es parte de la película. Es el contexto en donde ellas están sumergidas, pero más allá de eso, para mí era muy importante generar personajes multicolores: con luces y sombras.
No victimizarlas, es una película que no victimiza a estos personajes femeninos, que huye a toda costa de esto, pues son personajes femeninos construidos con una enorme complejidad, que son reales, enormes, con muchas aristas, son niñas que además de vivir en este contexto tan conflictivo, también cuestionan el mundo, cuestionan a sus madres, adquieren un pensamiento crítico en la escuela, a través de los maestros rurales que llegan al pueblo.
Y siempre me las imaginé así, como niñas complejas, como niñas semillas que podrían ser mujeres que incidan en su realidad. Esto era fundamental para mí.
Paisajes bellos para una historia de conflicto
Noche de fuego se rodó en la Sierra Gorda de Querétaro, pero la historia se desarrolla en el estado de Guerrero, un estado que está en conflicto constante y que suponía un peligro para los realizadores y el equipo que integraría la película. Por lo que Tatiana Huezo se sumergió en una enorme investigación, casi documental, sobre las condiciones de un lado y del otro para presentarle los detalles más específicos de su ficción.
La historia en el libro se desarrolla en la montaña de Guerrero que es una zona sumamente humilde y conflictiva de México. Era muy difícil irnos a rodar en Guerrero, pues en muchos pueblos el peligro es muy importante, son pueblos que están en guerra, literalmente, y que están en medio de situaciones muy difíciles por las mineras, por la siembra de amapola, por todo lo que se mueve en este territorio. Entonces no era viable rodar en esta zona.
Hice una fuerte investigación sobre a qué altura exactamente crece la amapola, qué condiciones físicas se necesitan, etcétera, y me puse a buscar. Me fui a recorrer varias sierras de este país, unas más lejos que otras y que volvían inviable la producción. Y así, finalmente acabé en la Sierra Gorda de Querétaro. No la conocía y es un lugar alucinantemente hermoso: tiene desierto, bosque y trópico, clima tropical.
En la zona donde rodamos es un pueblito en medio de la nada que se llama Neblinas y está en medio de la montaña, a muchas horas de distancia de la Ciudad de México. De hecho, no pude acabar de escribir el guion hasta que encontré este lugar.
También vengo del documental y necesito investigar y ver qué hacer con los espacios para poder crecer las historias, y así llegué a este lugar que es hermosísimo, mágico, que tiene niebla, que tiene un río turquesa impresionante, la vegetación es muy exuberante.
Fue un rodaje muy intenso y muy difícil, un reto enorme para la producción porque no había hoteles cerca, por lo que tuvieron que habilitar muchas casas de migrantes y de paisanos que hicieron ahí sus casas, o bien que las casas abandonadas.
Más de 15 o 20 casas se tuvieron que rehabilitar para que el crew pudiera vivir a lo largo de nueve semanas que duró el rodaje. Este fue uno de los muchos otros retos que tuvimos que encarar para sacar adelante este proyecto.
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