En la vida hay un tipo de amor: el primero, el más intenso y que jamás olvidas. Esto es lo que nos plantea Call Me By Your Name, la nueva película del cineasta italiano, Luca Guadagnino que desde hace unos meses comenzó a llamar la atención de la crítica.
Comencemos con el hecho de que esta cinta, basada en la novela del mismo nombre de James Ivory y adaptada por André Aciman, no es una historia de amor gay. Más bien es un espectro de cómo es que se vive el primer amor, el descubrimiento de la sexualidad, de la sensualidad, del erotismo y todo lo que conlleva el involucrarte de esta forma con otra persona.
Elio (Timothée Chalamet), un joven de 17 años que veranea con su familia en una villa al norte de Italia que de repente se ve trastocado —porque no hay otra forma de decirlo— por Oliver (Armie Hammer), el nuevo asistente de su padre, el señor Perlman (Michael Stuhlbarg), a quien ayudará a clasificar los hallazgos arqueológicos mientras termina de escribir su libro, aunque en realidad es un doctorado en cultura grecorromana.
Esta es la premisa con la que todo inicia y por la que Call Me By Your Name se vuelve agradable a la vista de principio a fin, pues es una historia bien contada, llena de colores cálidos, de hermosa fotografía, de locaciones que durante meses fueron adaptadas para lograr darle el efecto de la época; tiene una dirección bien llevada a base de encuadres que en algunas ocasiones no necesitan diálogos, de secuencias de imágenes que están puestas estratégicamente para explicar el porqué de las cosas, de conversaciones inteligentes, concisas, con una impresionante fluidez entre el inglés, francés e italiano y que complementan a la perfección la actuación de los personajes principales.
Otro factor también importante y que le aporta un extra a todo esto es la música, que va desde los clásicos ochenteros como The Psychedelic Furs hasta algunos cortes de música clásica pertenecientes a Ryuichi Sakamoto, Bach, Frank Glazer, André Laplante o también, algo más clásico de Italia como Loredana Bertè, Marco Armani y Armando Trovajoli. Pero si vamos a lo contemporáneo, entonces también está Sufjan Stevens, quien compuso un par de canciones para la cinta, “Visions of Gideon” y “Mystery of Love”, siendo esta última la que le hiciera ganar su primera nominación al Oscar dentro de la categoría a Mejor Canción Original.
El erotismo, que es otra de las cosas que más se enfatizan en esta película, es algo muy, muy bien llevado. Las palabras sobran pues las metáforas visuales que coloca Guadagnino estratégicamente junto con las reacciones de los personajes, los enfoques y el proceso de seducción, son suficientes para que toda persona que se sumerja en la historia, logre sentir esa atracción, ese deseo y necesidad de pertenencia a alguien. Ese anhelo de descubrir lo nuevo y descubrirse a sí mismo con base en la sensualidad.
Pero también la cinta aborda algo más; una verdad incómoda: y eso es que a pesar de estar en pleno siglo XXI las personas todavía no se acostumbran al hecho de ver en pantalla grande una relación sexual entre personas del mismo sexo. Es por esto que la historia de Elio y Oliver es catalogada como “gay”. Pero si ves más allá, te darás cuenta que Elio es un chico como cualquier otro, que apenas está descubriéndose sexualmente, que no sabe qué rumbo tomar y precisamente cuando conoce a Oliver, un hombre guapo, inteligente y despreocupado, se siente atraído hacia él. Siente que es el tipo de persona en la cual le gustaría convertirse. Oli por otro lado, siente lo mismo respecto a Elio, quien a pesar de ser todo un prodigio también es un tanto presuntuoso, sin embargo, en el fondo tiene un gran corazón; es compasivo, entregado y apasionado.
Las cartas están puestas sobre la mesa, la atracción y circunstancias están ahí. Todo para que se desarrolle una historia de amor. No obstante, para que esto suceda Elio tiene que madurar, hasta cierto punto, durante la película. Tiene que descubrir qué es lo que le gusta y cómo le gusta. Tiene que dejar atrás esos tapujos que atormentan su mente de “no ser correspondido”. Una vez hecho esto, Oliver está listo para terminar de “hacerlo madurar”. Para recibirlo con los brazos abiertos y amarlo. Cuando esto ocurre ambos también dejan ver que están conscientes de que todo será pasajero. De que ambos son el primer amor el uno del otro, de que la intensidad es tal que así como todo comenzó se terminará súbitamente. Es la magia de eso llamado “primer amor”.
Su romance ocurre en los 80s, época en la que las relaciones gay eran mal vistas; en la que todo era mucho más complicado. Sin embargo, otra cosa que también toca el filme es precisamente la diferencia que hay entre un país americano (Estados Unidos) y uno europeo (Italia). O al menos en las mentes de aquellos padres que han vivido la vida, que aman a sus hijos y ven el mundo de diferente forma. Menciono esto porque el discurso que el señor Perlman le da a Elio al final de la película es igualmente significativo como toda la trama en sí. Y si bien es casi la copia fiel al libro, la forma en la que él lo dice mientras está sentado en su oficina, mirando a su hijo y fumando un cigarrillo, hacen de este uno de los momentos más fuertes de toda la película. Me permito transcribir y dejar ese sentir al momento de escuchar y ver esa escena.
En mi lugar, la mayoría de los padres esperarían que todo desapareciera, o rezarían para que sus hijos pusieran los pies sobre la tierra pronto. Pero no soy ese tipo de padre. En tu lugar, si hay dolor, cúralo, y si ha una flama, no la apagues, no seas brutal con ella. La abstinencia puede ser una cos terrible cuando nos mantiene despiertos en la noche, y ver a otros olvidarnos antes de que nosotros queramos ser olvidados no lo hace mejor. Arrancamos tanto de nosotros mismos para curarnos de las cosas más rápido de lo que deberíamos que terminamos arruinados a los 30 y tenemos menos que ofrecer cada vez que empezamos con alguien. Pero sentir nada para no sentir nada… ¡qué desperdicio!
Ahora déjame decirte una cosa más. Para poner todo en claro. Y tal vez me acerque, pero jamás tuve lo que ustedes tuvieron. Algo siempre me hizo detenerme o se ponía en el camino. Como vivas tu vida es tu problema, solo recuerda, nuestros corazones y nuestros cuerpos son dados una sola vez. Y antes de que te des cuenta, nuestros corazones quedan exhaustos y, nuestro cuerpo, llega un punto en el que nadie lo mira y mucho menos quiere acercársele. Ahora, hay tristeza, dolor. No lo mates, aprende a disfrutar lo que sentiste.
Al final, Luca nos hace darnos cuenta de que nada, absolutamente nada, ni siquiera el primer amor es duradero. De que todo pasa por algo y que depende de nosotros afrontarlo, seguir, y disfrutar el divino dolor de un corazón roto. Es por ello que cuando los Perlman regresan a la villa italiana para Hanukkah, aparece Elio nuevamente a cuadro, con un espíritu feliz que después se transforma en dolor cuando Oliver le llama para decirle que se casa. Ahí, Guadagnino solo enfoca la cara de Timothée, quien va de la tristeza hasta esa sonrisa de saber que lo que vivió no fue en vano y que así como pasaron las estaciones, como fue la felicidad del verano, el invierno y el dolor también existen, pero depende de él la manera de sobrellevarlo.