Pinocchio de Guillermo del Toro, al cual está disponible en Netflix, fue una de las películas más esperadas y destacadas de 2022. AQUÍ nuestra lista de lo mejor del año. Por lo que su paso por la temporada de premios, está más que cantado (ya recibió varias nominaciones a los Golden Globes 2023 que incluyen Mejor Película Animada y pasó a las shortlist de los Oscar).
Pero más allá de los logros técnicos por la animación en stop motion, que es increíble y uno de los trabajos más aclamados, Pinocchio destaca por su historia, la cual es una adaptación de la obra de Carlo Collodi que gracias a la pluma del cineasta mexicano, resuena mucho en la actualidad entre temas políticos y sociales.
La cinta es sumamente emotiva, y está llena de mensajes que si bien no pretenden ser lecciones para el espectador, sí lo son para el protagonista: un niño de madera imperfecto que descubre el mundo. Por lo que es casi imposible para la audencia no llevarse ciertas reflexiones. Y acá les contamos de algunas que nosotros nos llevamos de Pinocchio.
Las pérdidas no son negativas, sólo reales
La película arranca, en voz del grillo Sebastián, con la presentación de un padre que pierde a un hijo. El dolor de la muerte del niño Carlo es tan grande, que pasan los años (dos décadas para ser exactos) y Geppetto parece no “superar” la muerte de su adorado hijo. Constantemente le pide a la muerte lo imposible: que lo regrese.
Una noche de copas, ofuscado por el dolor, Geppetto corta un hermoso pino que se encuentra a lado de la tumba de Carlo, y talla a un muñeco, deseoso de que este sirva como un reemplazo para su hijo. Al momento en el que el niño de madera, llamado Pinocchio, cobra vida, Geppetto lo ve horrorizado.
A diferencia del Pinocchio de Disney, donde el carpintero talla al niño de madera deseoso de tener compañía, el Geppetto de Guillermo del Toro se asusta y lo rechaza. ¿La razón? Primero y es muy obvio, porque no entiende cómo es posible que una marioneta se mueva y hable.
Y en segundo lugar, el más importante, porque espera que Pinocchio se convierta en Carlo. Pero eso, sabemos, es imposible. Mientras Pinocchio vive algunas aventuras alejado de su padre, Geppetto comprende a través de esta segunda ausencia que “quien se va, vive en ti“, en palabras del mismo Del Toro.
“Quién se va se queda para siempre. La presencia más permanente, es la ausencia. Quien se va, se queda para siempre. No es posible la ausencia en la memoria ni en el corazón“, nos dijo el director en entrevista, haciendo alusión a cómo solemos entender la pérdidas y ausencias como algo malo; sin embargo, pronto descubrimos que la pérdida es la que nos ofrece una mayor enseñanza.
La aceptación de la mortalidad
Este punto está íntimamente relacionado con el primero que habla sobre las ausencias. La mayoría de las historias que hacen reflexiones sobre la vida, el tiempo que tenemos aquí y la finitud de nuestra experiencia, suelen dejar de lado su contraparte, que es la muerte.
Y eso hace que el entendimiento del tema sea más complicado, pues perdemos de vista que una depende de la otra. Pero volvemos a lo mismo: la muerte y la ausencia, la solemos identificar como un elemento negativo y no como parte de un proceso que hemos de atravesar.
Esto es en parte, por el dolor que conlleva el hecho de que alguien ya no esté aquí. Cuando una persona que amamos mucho se va, ya sea en un plano físico o emocional/sentimental, solemos considerarlo como un fracaso en el que imperan los errores y las culpas.
Y la otra parte de relacionar la muerte con algo negativo, es que solemos vivir aspirando a la perfección (de cualquier tipo), o bien, vivimos con alguien de quien esperamos ciertas cosas. Geppetto esperaba que Pinocchio fuera un niño bueno y perfecto como Carlo, pero no podía lograrlo porque Pinocchio apenas descubría el mundo.
La capacidad de sorprendernos
Conforme la vida pasa y crecemos, perdemos una de las cualidades más importantes de la experiencia humana: la capacidad de sorprendernos, que a su vez, nos llevan a aprender. ¿Pero por qué perdemos esto? La respuesta es muy abierta, y es que nos deslumbramos con tantos problemas, que dejamos de reconocer las cosas nuevas que suceden en nuestro entorno.
Geppetto es un hombre viejo que está acostumbrado a la rutina del mundo, y como nos dijo Guillermo del Toro, quiere agradarle a los demás, verse bien frente a su comunidad y no causar problemas. Por lo que cuando llega Pinocchio a su vida, siente cierta vergüenza de un niño que apenas está explorando lo que él ya da por hecho.
Esto le da un giro de 180 grados a la historia de Pinocchio que conocimos en el clásico animado de Disney. Ahí, el muñeco de madera viene al mundo para aprender lo suficiente sobre cómo ser un niño bueno hasta convertirse en uno de verdad. Para Del Toro, es al revés. Geppetto y Sebastián aprenden de Pinocchio lo suficiente como para reconocer su validez como un individuo sin importar su apariencia.
La paternidad
La manera en la que definimos la paternidad/maternidad es complicada. Creemos, como mencionamos, que los hijos vienen al mundo para aprender de los padres, quienes les deben dar lecciones de cómo entender el mundo, qué ideas seguir, cómo comportarse.
Pero para del Toro con Pinocchio, es lo contrario. “El hijo es la renovación de los padres, representan su capacidad de sanar“. A Pinocchio le conceden la vida para acompañar a Geppetto y evitar que sufra, y eso conlleva un sacrificio para él: salvar a su padre intentando ser Carlo.
Sin embargo, Pinocchio, con su inocencia, le da la vuelta y se convierte en un hijo imperfecto que le enseña a amar a su padre sin que este tenga la necesidad de cambiar. Y es así como el hijo salva al padre: no convirtiéndose en lo que él quiere que sea, sino siendo auténtico en un mundo lleno de títeres.
La desobediencia con conciencia es una virtud
Creemos que los padres deben enseñarle a los hijos a obedecer y ser buenos niños. Seguir ciertas reglas y comportarse de cierta manera. Pero esto nos ofrece una visión reducida del mundo, y todo lo vemos en blanco y negro, o en los extremos a los que se suele llegar.
Pinocchio se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial en un pequeño pueblo de Italia, sumamente religioso y bajo el régimen fascista de Benito Mussolini. Pinocchio junto con otros niños del pueblo, son entrenados para defender a su país en la guerra.
Las exigencias hacia estos niños son enormes, y una de las más graves, es la “obediencia ciega”, la cual menciona Del Toro “es un crimen”, pues “la manipulación de nuestras diferencias permite que nos separemos. La unión de las comunidades le da miedo al totalitarismo“.
Para el cineasta, el acto que requiere de más valentía, “es decir que no cuando se debe hacer”. La salvación de las sociedades y las comunidades, viene a partir de la desobediencia, la cual surge de las imperfecciones que, al su vez, construyen nuestra identidad. “Esa es la única verdad que no puedes romper. Si eres leal a esa verdad, transformas el mundo”.