Por Karen Villeda

Para María Richardson, por las coincidencias.

Uno de mis libros más queridos es una primera edición de La semana de colores de Elena Garro, editado en 1964 por la Universidad Veracruzana, que incluye el aclamado cuento “La culpa es de los tlaxcaltecas”, una pieza fundamental de la literatura latinoamericana. La protagonista, Laura Almada, vuelve a casa después de un tiempo. Nacha, la empleada doméstica, se da a la tarea de escuchar el recuento espectral e inconexo de una mujer insatisfecha con su vida, casada con un hombre al que no ama y enamorada de un outsider (“cuando un hombre y una mujer se aman y no tienen hijos, están condenados a convertirse en uno solo”): un indio que le recuerda que sigue perteneciendo a un pasado que han suprimido en la historia oficial Lo que es confuso, en apariencia, revela un sofisticado entramado acerca del mestizaje, en particular, el ser una mujer mexicana. Este cuento, donde hay un magistral uso de recursos narrativos (simplemente hay que fijarse en el manejo del tiempo y su fragmentación), oscila constantemente entre elementos que, en realidad, son dos caras de la misma moneda: raíces e imposición, rutina y escape, lo imaginado y lo real, el pasado y las progresiones, el misterio y la obviedad. Si tuviera que utilizar una sola palabra para describir “La culpa es de los tlaxcaltecas” seria, entonces, insuperable.

Alfaguara ha reunido la producción cuentística de Elena Garro. Este tomo contiene La semana de colores, publicado en 1964, Andamos huyendo Lola de 1980, El accidente y otros cuentos inéditos de 1997, La vida comienza a las tres… de 1997, “La factura”, un relato publicado póstumamente, y dos inéditos: “Amor y paz” (no pun intended) y “Lago Mayor”. Si bien Elena Garro rechazó que la etiquetaran dentro del realismo mágico, por considerarlo una “etiqueta mercantilista” basada en la cosmovisión indígena, su primer libro de cuentos, La semana de colores, en conjunto con la pieza teatral Un hogar sólido de 1958 y la novela Los recuerdos del porvenir de 1963, con la que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia y que es uno de los pocos referentes de la Guerra Cristera en la literatura mexicana, son considerados como iniciadores de esta corriente literaria. Los personajes de sus cuentos son como nuestro país, diversos y repletos de contradicciones: “¿Usted conoce México? Pues Gabriel es como México, lleno de montañas y de valles inmensos… Siempre hay sol y los árboles no cambian de hojas sino de verdes…”

Foto: fundacionunam.org.mx

A lo largo de los cuentos persisten figuras masculinas que “volvía a ser absurdo, sin memoria, y sólo repetía los gestos de todos los hombres de la ciudad de México”; personajes idealistas que consideran que “el tiempo y el amor son uno solo” y, en general, una insistente mirada que se posa tanto en los tiempos ancestrales (como en “El árbol”, otro de mis cuentos favoritos de Elena Garro: “Pero mira, Luisa, me dijeron mis compañeras, si alguna vez sientes que los pecados te doblan las piernas y te vacían el estómago, vete al campo, lejos de la gente, busca un árbol frondoso, abrázate a él y dile todo lo que quieres. Pero sólo cuando ya no aguantes, Luisa, pues eso sólo se puede hacer una vez”) y el futuro (“Todo se olvida (…), pero se olvida sólo por un tiempo”).

Elena Garro nació el 16 de diciembre de 1916 en Puebla. Creció en la Ciudad de México y también vivió en Iguala. Estudió literatura, coreografía y teatro en la UNAM. Debido a sus declaraciones incómodas sobre el movimiento estudiantil del 68, Elena Garro vivió en el exilio por más veinte años. Lo anterior marca profundamente su obra. Es una figura clave para entender el panorama de la literatura latinoamericana del siglo XX.  Su vocación, caracterizada por la inventiva y la reforma constante, condujo al crítico y ensayista Emmanuel Carballo a afirmar lo siguiente: “La literatura era una antes de Elena Garro y otra después”.

Foto: INBA

La también periodista se enfocó en abordar personajes vulnerables, ya sea por su condición de marginados o porque viven en la opresión económica, política, social y/o cultural: los niños (como las hermanas Eva y Leli que aparecen en La semana de colores), las mujeres (pienso en la jaula de oro de Laura Aldama y otras figuras femeninas de la narrativa de Garro), los indígenas (el indio Félix de Los recuerdos del porvenir) y los campesinos (como los de la obra teatral “Los perros” y en su activismo). Esa complejidad también formó parte de su vida cotidiana y ella estaba consciente del poder de sus palabras: “La memoria del futuro es válida, pero me ha fastidiado, y estoy cambiando los finales de todos mis cuentos y novelas inéditos para modificar mi porvenir”. Elena Garro también ha superado el dicho “Genio y figura hasta la sepultura” al protagonizar polémicas aún después de su muerte. Un ejemplo es la de este patético cintillo que nos recuerda que “el mal se presenta en cualquier tiempo y que toma cualquier forma”.

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Karen Villeda es escritora. Ha publicado un par de libros para niños, uno de ensayos y cuatro poemarios. En 2015 participó en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. En POETronicA (www.poetronica.net) explora la relación entre poesía y multimedia. (Ah, y tiene un gato llamado León Tolstói.)

Twitter: @KarenVilleda

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