Al conocer de la breve y trepidante vida de Arthur Rimbaud, uno no puede dejar de preguntarse: “¿qué diablos he hecho de mi vida?” No es para menos: poeta desde los siete años, a los 20 este “enfant terrible” ya había escrito Una Temporada en el Infierno, El Bote Ebrio e Iluminaciones, obras que bastan para considerarlo una de las figuras más destacadas e interesantes de la poesía (francesa, si quieren ser más específicos).
Infancia (Parte III)
En el bosque hay un pájaro; su canto te detiene y te sonroja.
Hay un reloj que no da la hora.
Hay un agujero con un nido de bestias blancas.
Hay una catedral que desciende y un lago que sube.
Hay un pequeño carro abandonado en los matorrales o que baja la pendiente del sendero, adornado con cintas.
Hay una compañía de pequeños comediantes disfrazados, vistos en el camino ubicado por el linde del bosque.
Hay, en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que te aleja.
Amigo de George Izambard; llamado “niño Shakespeare” por Victor Hugo; amante de Verlaine (Paul, no Tom); influencia de Burroughs, Joe Strummer, Patti Smith y el último Premio Nobel, Bob Dylan, Rimbaud se dio el lujo de abandonar la poesía a los 19 años para viajar por Europa y África, donde se convirtió en soldado, traficante de armas o simple vagabundo.
Partida
Visto suficiente. La visión se reencuentra en todos los aires.
Tenido suficiente. Rumores de las ciudades, por la noche, y al sol, y siempre.
Conocido suficiente. Los altibajos de la vida. – ¡Oh, Rumores y Visiones!
¡Partida en el afecto y el ruido nuevos!
“Si viviera en nuestra época, estaría en el Monte Olimpo de los dioses del rock, junto a Jimi Hendrix y Jim Morrison y Bob Dylan… y gente como esa. Porque tiene todos los componentes: fue experimental, irreverente pero espiritual, un visionario. Brillante, pero dividió su brillantez: al mismo tiempo que quería que la gente comprendiera su obra, veía a esta gente con total desprecio. Ese mismo cisma estaba en Kurt Cobain y, ciertamente, eso fue visualmente atractivo. Cuando tenía 16 años pensaba que era hermoso… sirvió también como un novio imaginario”.
Patti Smith
Como precursor del Simbolismo, quizás no necesariamente Rimbaud quería ser comprendido: para el simbolista, el mundo es un misterio que no necesita ser aclarado, sólo escuchado y es la naturaleza la que dice cosas que sólo el poeta puede escuchar.
Decadente como sólo podían ser los “poetas malditos”, Rimbaud murió no a los 27, sino a los 37 años. Hoy, en su natalicio, hay que leerlo.