Probablemente escuchaste que el día de hoy, el ejército tailandés sustituyó al gobierno de su país en sus funciones administrativas hasta nuevo aviso. ¿Qué significa esto y qué provocó a esta situación? Los golpes de estado pueden ser confusos, pero no te preocupes, aquí te explicaremos de manera clara lo que está ocurriendo por allá.
Primero que nada ¿dónde está Tailandia?
Tailandia es un país ubicado en el Sudeste Asiático. Casi siempre ha sido una monarquía, aunque las condiciones de esa monarquía han variado con el paso del tiempo. Se trata de un país con una clase campesina muy numerosa y por otro lado, también una de las ciudades más avanzadas comercial e industrialmente en el mundo, su capital, Bangkok. La clase urbana y la clase rural se han mantenido en una fuerte tensión, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Tailandia se unió con Japón para, posteriormente, establecer relaciones con Estados Unidos y la URSS, los vencedores.
En 1932, Tailandia se convirtió en una monarquía constitucional, en la que el rey tiene funciones religiosas pero las políticas quedan en manos de un gobierno electo popularmente. Estos gobiernos han sido inestables, pues Estados Unidos y Rusia lucharon, durante la guerra fría, por ejercer influencia en la región, promoviendo gobiernos liberales con miras a una industrialización algunas veces, y en otras, gobiernos que beneficiaron a los campesinos, como miras a relaciones con la Unión Soviética. Todo el periodo “democrático” tailandés ha sido escrito a punta de golpes de estado y reformas políticas que se suceden muy rápido.
En 1997, una crisis económica golpeó al mundo entero. Asia fue una de las regiones más afectadas. La moneda de Tailandia, el baht, comenzó a valer mucho menos: cayó de 25 a 56 unidades por dólar. Es muy común que, cuando un modelo económico falla, se vote por uno más conservador. Así, cuando la industrialización y las relaciones con Estados Unidos y Europa se vieron como la causa de la crisis, la gente prefirió un gobierno que volteara a ver al campo y que fortaleciera la economía interna, o al menos, uno que se presentara así. Eso fue exactamente lo que pasó cuando en 2001, Thaksin Shinawatra fue elegido primer ministro.
Aquí comenzaron a agudizarse los problemas
Aunque todo el periodo de gobierno de Thaksin se caracterizó por fuertes protestas en Bangkok impulsadas por los empresarios y sostenidas por sus obreros, el ministro fue reelegido en 2005. Entre los habitantes de la capital, creció el descontento y la prensa lo acusó de ataques a los derechos humanos, compra de votos y uso de poder para beneficiar a sus propias empresas. Thaksin tampoco fue muy efectivo al frenar al crecimiento del islam en Tailandia.
Por todos estos motivos, en 2006 se realizó una especie de referéndum que buscaba decidir de una vez por todas la legitimidad del gobierno. Sin embargo, este proceso fue boicoteado por la oposición urbana, y la Corte Suprema lo anuló. Mientras Thaksin se encontraba en Nueva York, los militares realizaron un golpe de estado, lo destituyeron del cargo y se hicieron con el poder de forma temporal, todo con el objetivo de detener un conflicto entre el campo y la ciudad que ya estaba cobrando caro.
Más tarde el ejército llamó a elecciones y el partido de Thaksin salió triunfante. Tras algunos conflictos, la hermana del exministro, llamada Yingluck Shinawatra, quedó en el poder. Sus políticas siguieron favoreciendo al campo, según muchos, de una manera exagerada y demasiado cara para el gobierno. Lo que es caro para el gobierno, es caro para la gente. La oposición afirmaba que el gobierno destinaba recursos a la producción del arroz y otros granos sin que este apoyo se viera reflejado en crecimiento. El Banco Mundial emitió recomendaciones para detener esta política y advirtió que, aunque las exportaciones de grano representaban el 25% del PIB, la productividad no alcanzaba ni el 12% del total del país.
Cuando Tailandia ardió por alta traición
Los opositores del gobierno afirmaban que Thaksin se encontraba detrás del poder, ejerciéndolo realmente desde el exilio. Las protestas de agudizaron cuando, mientras se desarrollaba una serie de luchas legales para lograr una reforma política y económica, Yingluck promovió amnistía para su hermano y un regreso sin juicio. Entonces sí, ardió Tailandia: el gesto de la ministra fue visto como alta traición y molestó incluso a cierto sector campesino, a quien pareció inconsecuente e incoherente la decisión del gobierno.
Las manifestaciones alcanzaron momentos muy violentos y cobraron la vida de entre 28 y 90 personas (según la fuente), casi todos civiles. Los camisas rojas, miembros de la industria y habitantes de Bangkok, exigían una reforma profunda, reforma que debía estar lista antes de las próximas elecciones, proyectadas para mayo de este año y posteriormente movidas a junio. La razón de esta reforma era el anticipado triunfo del gobierno actual y la continuidad de una política que ellos describen como “populista”.
Cuando las protestas volvieron a ser insostenibles, Yingluck declinó, aunque no resultó suficiente. Los camisas rojas sostuvieron que eso no cambiaba nada. El martes pasado, el gobierno estableció la ley marcial, con suspensión de ciertos derechos y control de horarios y tránsito para recuperar el control de la capital. Aunque entonces anunciaron que no se trataba de un golpe de estado, el día hoy, el jefe de las fuerzas armadas emitió un mensaje a través de los medios de comunicación en el que expresó “En interés de la ley y el orden, asumimos los poderes. Por favor, permanezcan en calma y continúen con sus quehaceres diarios.”
Actualmente, el ejército se encuentra en negociaciones con líderes de ambas partes para establecer las condiciones de las próximas elecciones.
En Tailandia, el ejército ha llevado a cabo 18 golpes de estado desde 1932 y la reacción internacional ha sido siempre ambigua, lo que no ayuda a proyectar un final claro para el conflicto.